Mar 24, 2012

Kampforrismo.


Me motiva el presente post el coso ese que salió a decir boludeces que no quise escuchar. Ya estoy grande –que no viejo: grande-, con un poquito más de tiempo que el coso ese, pero con demasiado vivido para escuchar a los cosos esos. Y el ver la cara de imberbe del fulano.
Me dirán ustedes que prejuzgo. Que no se puede hablar sin haber escuchado y evaluar a alguien meramente por la cara. Pues no. Conozco el contexto donde se produce la acción, lo vengo viendo y escuchando. Y una cara dice mucho. Tener cuarenta y uno y una cara de veintiuno dice mucho de quien la porta (Y después de los cuarenta, dicen, uno es responsable de su cara.). Para el que sabe leer. Si no me creen, allá ustedes. Sumadas ambas cosas, discurso y cara, el resultado no es bueno.


El asunto es que el fenómeno del kampforrismo –ahora verán por qué uso esta expresión para referirme al mismo- en el ámbito político actual me hace acordar a otro parecido, ocurrido en el ámbito empresarial, sobre todo bancario, a fines de los noventa, más bien arribando a la crisis del dos mil uno.
La historia que refiero me fue comentada en la época por amigos y conocidos que trabajaban en esos lugares.
En esa época, los bancos empezaron a despedir a sus gerentes más antiguos y de más edad –no demasiada por cierto, el caso mayor que conocí era de treinta y tantos años, casi cuarenta- de niveles medios y a reemplazarlos por jóvenes de veinte y tantos años.
El fenómeno era extraño. Es sabido, para ocupar determinados cargos hace falta cierta experiencia y esta viene, necesariamente, con algún tiempo de tarea efectiva y eficaz realizada en el medio para el cual el sujeto asume el cargo jerárquico.
De repente esos puestos gerenciales se llenaron de jóvenes de poco más de veintisiete años, no más de treinta y dos. Puede parecer que no era mucha la diferencia con los ocupantes tradicionales de esos puestos. Tal vez un poco, pero lo suficientemente mayores para esos cargos.
Los muchachos estaban exultantes en sus cargos. Habían arribado de golpe a cargos altos para ellos, los cuales deseaban y esperaban, porque todavía les faltaba tiempo y experiencia, edad, para que les fueran otorgados. La ego manía estaba a la orden del día. Y no tanto por el monto del ingreso, sino por el cargo mismo.
Por supuesto, los muchachos no tenían la experiencia ni la capacidad para el ejercicio de las funciones del puesto. Pero ahí radicaba el punto.
Hacían lo que les decían sus superiores. Los consultaban para muchas cosas. Se referían casi constantemente a ellos. Prácticamente en muchas operaciones tenían que levantar el teléfono o levantarse de la silla para consultarlos. Tenían una fuertísima dependencia de ellos. No sabían si podían o cómo hacerlas. También les eran encomendadas muchas operaciones por sus superiores, las que realizaban puntillosamente, en tiempo y forma, sin saber si podían o no hacerlas.
De todas formas ellos estaban por las nubes. Estaban en una posición de management inhabitual para su edad en su ámbito laboral. Se creían más y otra cosa de lo eran.
Lo cierto es que fueron puestos allí para que sus superiores jerárquicos pudieran realizar ciertas operaciones para nada limpias en la crisis que se estaba viviendo soterradamente antes y abiertamente durante y poco después del estallido del dos mil uno. Su inexperiencia, desconocimiento, ingenuidad y el subidón egótico de verse en un cargo alto -para el cual, de algún modo, sabían no les daba el cuero aun- hacían de ellos el elemento ideal para la manipulación. Con esos cuadros imberbes en esos puestos fueron posibles ciertas maniobras en aquellos tiempos. Sus antecesores en el cargo, algo mayores, con experiencia y conocimientos, no hubieran consentido, hubieran discutido o pedido bonus mucho muy altos para realizar determinado tipo de manejos que eranm nñas o menos o directamente, ilegales. A los muchachos más jóvenes se los manipulaba mejor y eran un buen fusible llegado el remoto caso de alguna investigación legal o judicial.
Pasada la crisis, vuelta la estabilidad y comenzado el crecimiento económico posterior al dos mil tres los muchachos fueron despedidos. Así como lo habían sido sus compañeros mayores que habían ocupado el cargo antes.
Había que borrar las huellas de un pasado turbio. Las altas jerarquías, que -por supuesto- siempre permanecen en sus cargos, no quieren gente que les esté golpeando la puerta y les pueda reclamar por haberles prestado servicios en un pasado de operaciones turbias, el resto de su carrera en la institución.
Y así termina esta historia.

No sé qué fue de los muchachos tan prontamente ascendidos como despedidos. Ni me importa. Que les den. Se lo merecen, tanto por ingenuos como por agrandados. Esos tipos se creyeron la mentira que les vendieron y, tal vez en el transcurso, jodieron a mucha gente. Su fugaz éxito puedo haber implicado el fracaso permanente de otros. Repito: ¡Que les den!
Tampoco, porque les perdí el rastro, de los antiguos, los despedidos antes. Estos si me interesan. Eran buenos tipos que hacían bien su trabajo, conocían el ámbito en donde se movían y no se comían ninguna. No te miraban por encima del hombro, ni se daban corte por el cargo que tenían y que, realmente, se merecían, sólo lo disfrutaban. Uno se podía sentar con ellos a conversar en un bar de cualquier cosa de la vida o que nos interesase. Te daban un buen consejo sobre el mercado si se los pedías. Tenían hobbies, mujer, hijos, perro, casa, auto, caries, dolores, alegrías y frustraciones. Como cualquiera de nosotros. Y, lo más importante, sus decisiones, cuando tenían que tomarlas, no le arruinaban la vida a todo un país.


El uso de los jóvenes adultos por los viejos mayores para el triunfo y la conservación de estos es lo que ocurre cuando aquellos ascienden prontamente, ocupan cargos que son para los adultos en la medianía. Y que sólo muy excepcionalmente podría ocupar algún joven en extremo aventajado con respecto a sus congeneracionales, pero no toda su generación.
No otra cosa fue la Revolución Cultural maoísta y todas las maniobras contemporáneas en donde se le otorga un demagógico protagonismo a la juventud, el cual esta no puede tener por su natural incapacidad. Y que no implica ningún merito, más bien por el contrario, en ella.

Deberá saber el joven aspirante a consultor de príncipe lo que en carne propia supo, y de lo que dejara posterior constancia escrita, aquel que fue el primero entre todos. El nunca bien ponderado Nicolás Maquiavelo. Quien, en los tumultuosos y confundidos tiempos del peronista Savonarola, teorizó en extenso y en moderno el apotegma de los antiguos romanos: Sic transit gloria mundi.

25 comments:

  1. Espectacular, Don Freeman.
    Asì va a pasar con los kamporitas. Los van a forrear olìmpicamente. Van a caer del paraìso al infierno.Como pasò con el grupo Sushi de De la Rùa. Nadie sabe què fue de ellos.
    Crìa camporitas, que te sacaràn los ojos... y la billetera.

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  2. Don Freeman, creo que un fenómeno parecido, al menos por lo que yo veo, se da en las búsquedas laborales en Argentina. Si sos mayor de 35 años para un puesto junior o senior, te consideran un viejo. ¡A esa edad!

    Andrés

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  3. Tras cartòn quieren hacer votar a los niñitos de 16 años, dicen que si son imputables por choreo tbm pueden elegir gobernantes.

    Esa explicación me dio la sensación de que dejaronbien claro el objetivo de esa ampliación del padrón.

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  4. Sapientísimas palabras, Don Freeman.
    Como simpre, admirable.

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  6. "Arteche y la pmqtp!" Mi escena favorita de "Plata Dulce". Cuando la limosna es grande hasta el santo desconfía.

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  7. Murray, me ganaste de mano ! Lo primero que pensé fue en Arteche.

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    1. Alguien me podrà explicar por què los pobrecitos blogueros k son todos anònimos? Si se ponen un nick no cobran el plancito?

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    2. Disiento. No sea facsista anónimo.

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    3. Imbéciles cobardes que sólo saben insultar vuelan de una.

      Los "sofismos" no existen, semi analfabeto.

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  9. Muy bueno Freeman. Estos piensan que inventaron la rueda.

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  10. Muy bueno Don Freeman.
    También hay casos de jóvenes, sin duda excepcionales, que entran en la locura de creerse infalibles porque hacen ganar mucho dinero a a sus patrones y pretenden acertar siempre en el volátil mundo de las finanzas.

    ¿Se acuerda del ejecutivo que hizo quebrar al Banco de Inversión más antiguo de Inglaterra, el Baring Brothers? Era un joven brillante de 28 años y muy audaz llamado Nick Leeson pero muy, muy ambicioso. Y su ambición hizo bosta a un Banco centenario.

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  11. Replies
    1. don Pero:
      Le agarró fuerte la clasificación de los sociopatas!
      Pero me parece que los giles que menciono yo son menos que beta.
      Si hay algo que sabe un sociópata alfa es elegir subordinados que no le peleen el mando, ni las órdenes, giles a los que engañar: kampforritos.

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    2. DF, tu análisis -aunque no lo dije- me pareció brillante, como siempre. Lo que me cuesta, es concebir a estos tipos como betas, mucho menos como gamas. Un beta no tiene su perfil. Un beta es "un esclavo". Si, puedo concebirlos como forros alfa de tercero o cuarto nivel, al igual que Lassie Moreno, De Vido, Jaime, Schoklender o en otro contexto más tenebroso, "Cara de angel" Astiz, o Eichman. Recordá que el colectivismo es jerárquico. Son ese 20% al servicio del 4%, que encontraron el nicho para ejercer su perversidad. Fue Nestor Kirchner quien "descubrió" a Moreno y quien creo La Campora, tiene su impronta. ¡Ojo!

      DF, no creo equivocarme y este sujeto no puede desconocer la trama de la historia del régimen. No es inocente. La principal característica del alfa es la cosificación del semejante para la realización de sus propios fines. Es la arrogancia. Goza -a su nivel- de su posición de Amo.

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  12. Al primer traspiè coreogràfico lo descartan y ponen un teletubi.

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  13. Lo peor que no son los únicos zapallos, los impresentables de los senadores radichetas apoyaron el traspaso del subte y la mitad del partido se los quiere comer.
    Otra: se dice que Binner está en tratativas para votar la reforma de la CC.
    Ex país.

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  14. Ud. DF sabe lo que opino de sus escritos y ésta no es la excepción.

    La idea de organizar a la kampfora fue del veter-ano Néstor seguramente conociendo aquello de “si a los 20 años no sos marxista no tenés corazón, pero si a los 40 seguís siéndolo, no tenés cabeza”. Tomó la primera parte de la oración y nos legó a esta Orga Primitiva™ para ampliar su apoyo político- electoral, tirándonosla en masa votadora por nuestras cabezas post-40.

    La sucia tarea sigue a fondo: casualmente hoy me estoy indigestando con un mamotreto que es un librejo de texto para 6to año de Secundaria “Trabajo y Ciudadanía”, con unos piqueteros gordos a lo Botero en la tapa y en el que, haciendo un análisis histórico del trabajo y la economía mundiales, el único “pensador” que es citado y fotografiado es K.Marx.

    Pensaba leerlo un poco más y comentarlo por aquí, pero es directamente insalubre, más pensando que ése es el veneno con que están lobotomizando a las próximas generaciones. Disculpen, tengo ganas de regurgitar.

    Gus VF

    PD: Algo recuperado, vuelvo a tener un poco de fuerzas para copiar una estrofa de “Zi, zí, zí” de Bersuit Verga-rabat que publican entera en el texto para que la lean los parvulitos:

    Ladrones de Estados Unidos
    Comprando a nuestros dirigentes
    Acá el que no afana es boludo
    Como sea ¡nos cogen igual!
    …………………………………

    Fina educación, además de errónea.

    Gus VF

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    1. "Adoctrinamiento elemental para párvulos." (Parafraseando al maestro Hindemith.)

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    2. Ud. DF debe ser un degeneradito si le gusta Hindemith.

      (Nota seguramente innecesaria: Hindemith fue uno de los tantos artistas que fueron rajados de la Alemania nazi por hacer "arte degenerado")

      Por estas Pampas supimos también defendernos de estos morbosos, gracias al Ministro de Educación Dr.Oscar IvaniSSevich:

      http://70.32.114.117/gsdl/collect/revista/index/assoc/HASH0140/79a3441c.dir/r17_20nota.pdf

      Un documento oficial de 1949:

      http://www.buenosaires.gov.ar/areas/cultura/arteargentino/02dossiers/distefano/05gr_crono_1949_1.php

      Hábrase visto.

      Gus VF

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    3. Muchas gracias, Gus.
      Atesorare el texto en mi mesita de luz. No me dormiré sin leerlo cada noche. Es más: Soñaré con él. ¡Cuánta belleza!

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