Apr 9, 2012

Pagar el precio.


Estos chicos tan progresistas y cosmopolitas, que tan pelmazos resultaron cuando lo de la grotescamente llamada Primavera Árabe; estos pobres chicos, que siempre yerran y en todo se equivocan, y que en aquella siniestra plaza egipcia quisieron ver el brote verde de la democracia y de la libertad, tienen ahora que callarse, tienen ahora que volver a cerrar su inconmensurable y absurda bocaza y darse cuenta de que una vez más metieron la pata. Otra vez más, y son ya tantas que me pregunto cómo pueden continuar con su demagogia indecente y barata sin morirse de vergüenza y sin mostrar ningún arrepentimiento.

No sé cuánto tiempo vamos a tardar en entender que el sueño de la ilustración y de la democracia sólo puede aplicarse y desarrollarse en Occidente. En los otros lugares del mundo, donde el modo de vida occidental no es ni ha sido nunca concebible, lo que tenemos que hacer es buscar aliados que protejan del modo más eficaz y menos costoso nuestros intereses. Las bombas que nos matan en Atocha, en Manhattan o en Londres es allí donde se fabrican; de allí vienen algunos de los terroristas que las hacen explosionar y por lo tanto lo que en aquellos países sucede tiene bastante que ver con nosotros. 

Lo que está en juego es nuestra mismísima supervivencia y el buenismo con sus tonterías nos deja cada vez más desnudos y cada vez más expuestos. 

Tenemos que decidir algo tan elemental como si queremos continuar vivos: vivos y libres. Y si queremos vivir, y si queremos vivir tan bien como hemos vivido hasta ahora, tendremos que pagar el precio, porque todo cuesta un precio y hay que satisfacerlo.

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