Dice mucho de un hombre su lista de enemigos; hay una idea bastante aproximada de cada uno de nosotros que los otros pueden hacerse sabiendo a quien tenemos de enemigos; y contra qué y contra quién nos rebelamos. (...)
Escogiendo a nuestros enemigos definimos nuestra humanidad y afirmamos nuestra integridad. Hay algo de miserable en los que no tienen enemigos. (...)
Los amigos son material mucho más sensible en tanto que necesitas confiar en ellos ciegamente. Un enemigo puede dejar de serlo y convertirse en amigo al cabo del tiempo. Un amigo que lo deja de ser, Camus lo dice, es que no lo ha sido nunca. Estamos preparados para disparar contra nuestros enemigos, pero no para que nuestros amigos nos disparen por la espalda. (...)
A partir de una cierta edad no hay nada más triste que descubrir que un amigo no responde a la categoría moral que tú le suponías; nada hay más decepcionante que descubrir, en medio de la batalla, que no tienes la retaguardia asegurada, y mientras te giras atónito para asistir al deprimente fraude, el enemigo puede avanzar sin resistencia y encontrarte sin ganas de luchar, sumido en el desánimo.
Cuan cierta dolorosa es la traición de en quien confiaste. Yo ahora siempre me planteo de si a tal o cual persona me gustaría tenerla a mi lado en una trinchera
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