Siempre que el Estado se mete en la economía perjudica a alguien. Eso es claro. Lo que no lo es tanto y muchas veces ni siquiera se considera es que alguien también puede beneficiarse. No siempre, pero muchas veces. Tampoco se suele pensar que quien se beneficia no es un astuto acechante que capta la oportunidad al vuelo y actúa, sino un amigo capitalista que fue previamente advertido sobre la manipulación gubernamental, eso si la misma no fue hecha especialmente para él.
Alguien sugirió -y yo lo post it por acá- que la confiscación de Repsol había contado con un guiño internacional, que no era una maniobra solamente para la tribuna, ni un mero ataque impulsivo que cargaba con el imaginario colectivo.
Esto, como todo, no se puede probar si no se tiene acceso a la evidencia. Lo cual es muy difícil en este caso.
De todas formas siempre que una acción de una empresa importante que puede recuperarse cae, existen dos operaciones que se pueden realizar sucesivamente: la venta en corto -una operación donde se gana dinero con la caída del precio de la acción- y la compra a bajo precio, para sostenerla esperando la recuperación. Cualquier operador lo sabe: hay empresas que por más que caigan mucho en su precio, por el tipo de actividad que realizan, siempre se recuperan e, incluso, siguen creciendo más arriba de lo que estaban cuando cayeron.
Una de esas últimas operaciones de las que tuve noticias fue una acción que cayo un 40% para recuperarse y trepar un 10% más sobre el precio original.
Son fluctuaciones conocidas y normales en las acciones. Es una operación que cualquier trader menor puede hacer. Y esto sin contar las combinaciones posibles con opciones.
Piensen ustedes en el movimiento de grandes sumas de dinero, de muchas acciones, que determinan la posesión del control de tomas de decisión en una empresa por la tenencia de las mismas. En el hecho de contar con la información sobre las medidas de gobierno para operar en el momento justo y de la manera más conveniente posible para uno. O del hecho de convencer a un gobierno de la mutua conveniencia en tomar determinado tipo de medidas. Y verán los alcances de este tipo de negociados.
Para mí hay algunas cosas claras:
1) Siempre que el Estado se mete en la economía perjudica a alguien.2) Algunas veces, para algunas personas o empresas es posible tomar beneficios de esa acción de gobierno.3) El conocimiento reservado, previo, de la acción de gobierno posibilita el colocarse en una posición de ventaja con respecto a otros partícipantes.4) La acción de gobierno puede ser influída para el propio beneficio de distintas formas.5) Estos dos últimos puntos eliminan la libre competencia.
Habrá que esperar al tiempo a ver que pasa. Ver quienes ocupan lugares en el directorio de la empresa -me refiero a la internacional Repsol, no a la estatalizada como YPF- y cuales son sus vínculos y las relaciones, así como el rumbo que tomará la misma. O, tal vez, ver el movimiento en el entorno de empresas de la competencia. Quién se habrá beneficiado con las pérdidas de la misma.
En la Argentina, lejos de que el Estado determine lo económico por sí solo y a priori, surge de acuerdos corporativos, incluso previos a la asunción del gobierno. Claro que quedan muchos huecos y áreas sin determinar sobre los que se opera o no sobre la marcha. Pero, contrariamente a lo que aparece en superficie, e inclusive con el actual gobierno que avanza sobre las empresas y parece someterlas para mantenerse en el poder (Por lo que merece reconocimiento: el kirchnerismo parece ser el único que se dio cuenta de que, para no ser derrocados por un golpe económico, había que recurrir a someter casi totalmente al empresariado.), no hay un dominio absoluto del poder político sobre lo económico. Lo que aparece así y de alguna manera lo es para afuera, en el fondo es una cuestión de acuerdos.
Me llama mucho la atención que un presidente pueda meterse así nomás con una empresa petrolera y esperar salir indemne. Tradicionalmente decisiones mucho menores se pagaban muy caro y personalmente.
Por otra parte es paradójico lo que no se ve a simple vista para la mayoría de las personas. Mientras toda la monada festeja la nacionalización y el carácter popular de la medida, en algún lugar algunos empresarios muy poderosos se la han ganado en grande. En el medio hay un gobierno que también tiene, por varios lados, sus beneficios.
Todo el mundo tiene lo que espera tener, para los implicados es una situación win-win. Unos ganan en imaginario resentido y revanchista, otros en dinero y otros en poder.
Lo que se gana son cosas significativamente distintas: es de destacar el valor real de lo obtenido por políticos y empresarios en contraste con el valor meramente imaginario que consiguen los fanáticos nacionalistas.
En otro lado, otras personas pagan los costos de la operación. Pequeños accionistas y ahorristas, fondo-pensionistas y otra gente de a pie, que no tendrá el beneficio de su limpia inversión. Una inversión tradicional, conservadora, sin riesgos, hecha para conservar un pequeño capital, que otros transformaron en una tramposa operación de altos beneficios.
A mí no me va que esta ha sido sólo una maniobra más, a las que nos tiene acostumbrados, de un gobierno prepotente y autoritario. Acá alguien con poder internacional dio luz verde.
El estado/gobierno se mete en la economía para elegir ganadores. Y los ganadores que suele elegir son los que tienen más llegada a los funcionarios que los eligen.
ReplyDeleteEstoy con D.F. La confiscación de YPF les quedaba grande a estos delincuentes de poca monta...
ReplyDelete"No quieras explicar con la maldad lo que puede explicarse perfectamente on la estupidez". Navaja de Hanlon.
ReplyDeletePara mí son unos forros con suerte, que tienen por oposición a un muñeco de plastilina. Qioero verlos cuando se les acabe la suerte.
TN