En su tremenda sabiduría, los políticos y burócratas municipales decidieron que hay que revivir el centro de la ciudad. Y, ya que a pesar de los beneficios impositivos y subsidios que vienen dando desde hace años como estímulo, muy poca gente invierte en ese sector, a un grupo de concejales no se le ocurrió mejor cosa que una ordenanza para obligar a las empresas que quieran radicarse en la ciudad a hacerlo en el centro.
Por suerte hay otro grupo de concejales un poco más centrados que ya advirtieron que lo único que van a lograr es que las empresas se instalen en las municipalidades vecinas, con la consiguiente pérdida de ingresos impositivos y generación de empleo.
Esta gente no aprende más.
¡Y eso que es el primer mundo!
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