La rebelión de Aluminio.

Vean mi post "Más Hazlitt", por ahí explica, en parte, las cosas.

La gente no tiene una idea clara o única, o un conjunto de ideas sintetizadas, se está formando. Cada uno marcha por lo que considera. Es muy individual la cosa. No es la izquierda, ni el peronismo, marchando con consignas unificadas de un dirigente.

Creo que espontáneamente está tomando forma -le llevará tiempo- el ideario que la pueda llevar adelante.

De momento son un conjunto de cosas: El viejo "la corrupción", está muy presente "la inseguridad" personal. Pero empiezan a salir otros: La inseguridad jurídica, el tema de los ahorros como propiedad privada, el avasallamiento de la libertad del ciudadano.

La gente no tiene una idea. Tiene un "sentimiento": de que se la están llevando puesta, que la están avasallando, que le están molestando la vida personal, que el Gobierno se están sobrepasando en la autoridad y cayendo en el autoritarismo y lo arbitrario, que el límite de lo soportable ha sido tocado y traspasado.

La gente no levanta consignas republicanas. Pero siente que algo del orden de la convivencia y de la legitimidad ha sido transgredido. La gente siente que su vida -sea cual sea- está en peligro.

Y, aunque mayormente, pero no toda, sea gente de clase alta, no está ahí por el dinero. Justamente, se ve que no es por el dinero -"los cacerolazos por el dólar" los llama despectivamente la propaganda defenestradora militante- que está allí.

Es cierto: la situación no es tan crítica en lo económico como en el desgobierno de De La Rúa. Eso ratifica que no es sólo una cuestión de dinero. Que la gente empieza a tomar conciencia y a molestarse por otras cosas, aunque no pueda darles un nombre preciso. Y que no quiere que el gobierno siga avanzando en esa dirección.

Ni siquiera son golpistas o piden la renuncia, le piden un cambio, una corrección en las acciones de gobierno. Les están plantando una línea, un límite. El carácter golpista, atribuido a estos cacerolazos es propaganda de los militantes oficialistas. Residuos progresistas de viejos y jóvenes que se persiguen y agitan el fantasma de los golpes militares del pasado.

Y dentro de poco, esta misma gente, va a pedirle acciones a la convenientemente pasiva oposición, que se ha acomodado a la situación no haciendo nada. Y no declaraciones, ni medidas tibias. Creo que le van a reclamar medidas claras de oposición.

Y, es necesario repetirlo, es el único movimiento de oposición que está teniendo el actual gobierno. Y los medios lo están manteniendo casi oculto. Su motivo tendrán.

La pertenencia social y, sobre todo, la cantidad de gente que lo integra es limitada y heterogénea en sus motivaciones. Pero estas cacerolas hacen más ruido que las del dos mil uno. Por un motivo sencillo: El repudio al gobierno en aquel entonces era prácticamente unánime, el golpeteo de las cacerolas era mayoritario en toda la ciudad, formaba un todo homogéneo. El repudio actual es a algunas medidas de gobierno, el golpeteo de las cacerolas es parcial, sobresalen en el clima de conformidad o pasiva resignación mayoritario. Las cacerolas de ahora desentonan, son una cacofonía, en el orquestado concierto del kirchnerismo.

Si la presidente no tuviera un claro deseo de no ser sólo presidente sino, también, reinante, si fuera en verdad la estadista que sus militantes le adjudican ser, haría, como lo han hecho innumerables veces muchos políticos pragmáticos y realistas, un acomodamiento a los reclamos de la gente –que son, por ahora, sólo eso: reclamos y no una acción destituyente-, una finta. Y acabaría con las protestas, de una vez. Pero sabemos que no lo hará, continuará con su marcha recta y firme hasta desbarrancar. Y desbarrancarnos a todos con ella.

Si este movimiento prospera puede llegar a tornarse interesante.