Jun 15, 2012
A propósito del tema del Índice de Felicidad Planetaria
Ya que salió posteado hace un rato coloco una refutación al mismo con algunas observaciones interesantes.
Es una nota que leí hace unos días en el blog de Juan Carlos Hidalgo, investigador del Cato Institute y costarricense (que aparece como uno de los países más felices).
Somos nuevamente el país más feliz del mundo según la edición 2012 del “Índice de Felicidad Planetaria” (HPI, por sus siglas en inglés) de la New Economics Foundation en Londres. Esta denominación ya valió para que hace unos meses, mientras descubríamos que el ministro de Hacienda evadía impuestos (¡qué felicidad!), la presidenta Chinchilla se fuera a las Naciones Unidas a promocionar a Costa Rica como la nación más alegre del planeta. No es de extrañar que el gobierno intente sacarle jugo al tema por un año más.
De por sí, ¿de qué otra cosa van a hablar? Sin embargo, antes de que empecemos a poner mensajes en Facebook presumiendo que somos los más felices del mundo, vale la pena revisar un poco la metodología del susodicho índice. Empecemos viendo qué países comparten con Costa Rica el top 10 de naciones más alegres: vemos ahí a Belice, El Salvador, Jamaica, Venezuela y Guatemala, todas naciones que se encuentran en otro top 10: el de los países más violentos del mundo. También está ahí Nicaragua, país cuya pobreza y gobernantes corruptos no nos hubieran hecho creer que se encontrara entre las naciones más felices. Más abajo, en las posiciones 11 y 12 están Bangladesh y Cuba.
Ya ahora sí el índice empieza a parecer una broma de mal gusto. Y hay más: Siria aparece arriba de Francia, y Sudán por encima de Estados Unidos. ¿Cuál criterio usaron para llegar a estas conclusiones? El HPI calcula la nota de felicidad multiplicando la “experiencia de bienestar” (basada en una encuesta de Gallup que le pregunta a la gente qué tan satisfechos están con su vida) por la expectativa de vida y dividiéndolo por la “huella ecológica”, la cual mide qué tantos recursos consume una persona (a mayor consumo, mayor huella ecológica y, supuestamente, mayor desdicha). Esto revela un marcado sesgo anti-consumo y anti-desarrollo que explica por qué los países ricos están por lo general en el fondo del índice. Al añadir la expectativa de vida se matiza un poco los resultados, de tal forma que toda el África Sub-sahariana no termine en el top 10.
Sin embargo la finalidad del HPI es vendernos una imagen de felicidad que consiste en gente humilde que no consume mucho. Esto según investigadores que viven nada menos que en Londres. Los mismos autores del índice se curan de salud al señalar que “Los países que salen bien posicionados en el HPI sufren múltiples males y muchos países arriba en el ránking padecen de serios problemas de derechos humanos”. ¿Qué tan serio puede ser un índice donde los mismos autores admiten que muchos de los países que salen bien parados son serios violadores de derechos humanos? ¿Acaso es eso peccata minuta?
Existen muchos problemas con estos índices de felicidad. Sin embargo, es más que evidente que el HPI se encuentra entre los más deficientes que hay. Esto tampoco significa que en Costa Rica seamos infelices. Pero resulta un tanto grosero que alguien, y en particular el gobierno, se precie de un primer lugar en un índice como este.
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¿No será el índice de pelotudos?
ReplyDeleteNo se puede medir algo como la felicidad, brutos cabeza de nabo! Si Von Mises los viera...El Positivismo al palo.
ReplyDeleteDialogo entre tres jubilados en el Pais de la Felicidad:
ReplyDelete1° Jubilado: ¿Que tengo que hacer? ¿Compro los remedios y dejo la carne?
2° Jubilado: Y...Los remedios son mas importantes.
3°Jubbilado (suspirando): La carne puede eaperar.
Oido ayer mientras hacia mi caminata diaria. El pais de la felicidad.
Es increíble que haga falta explicarlo. Cualquier clasificación que te deja en el primer lugar compartiendo el podio con países como Venezuela y Guatemala, Nicaragua y Cuba es para preocuparse seriamente.
ReplyDeleteEste índice es muy pendejo, ciertamente.
ReplyDeleteOtra forma de querer vendernos el comunismo.
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