Espero que Edwards tenga razón cuando dice que todavía hay esperanzas. Yo no tengo dudas de que cuando se termine la plata habrá – como en los 90 - un intento por volver a cierta racionalidad. El problema es que la nueva aventura populista está a la vuelta de la esquina:
Cuando yo era niño, viajar a la Argentina era todo un acontecimiento. Los afortunados se preparaban durante meses, y hacían listas de las cosas que comprarían, de los lugares a los que había que ir, y de las comidas que tenían que probar. Los más osados regresaban llenos de historias inverosímiles, las que casi siempre involucraban discotecas maravillosas -como el afamado Mau Mau-, o modelos espectaculares e inalcanzables. Pero eso no era todo: como ha dicho el novelista Mauricio Electorat, cuando llegaba el verano y las playas se llenaban de transandinos, muchos de nosotros temblábamos al pensar que “el argentino de rigor” podía robarnos a nuestras noviecitas.
En los últimos 15 a 20 años las cosas han cambiado profundamente. El complejo de inferioridad de antaño ha dado paso a una actitud de superioridad, y a un desdén que sin ser estridente, es palpable. Para la mayoría de los chilenos, Argentina ya no genera ni admiración ni envidia. Yo diría que el sentimiento mayoritario hacia la transandina república es de pena. Esa lástima o compasión que uno siente por los tíos viejos que alguna vez fueron exitosos y encantadores, pero que con el paso de los años se han transformado en seres roñosos y un poco patéticos.
NOTA: no sé qué merda pasa con el enlace al artículo, lo copio entero después del corte.
Argentina: Barbarie y civilización
por Sebastián Edwards
Jul. 07 , 2012
Publicado en Reportajes de La Tercera, sábado 7 de julio del 2012.
La tragedia Argentina siempre ha sido que el todo sea menos que la suma de las partes; que tanta gente civilizada sea gobernada por tanto político bárbaro. Si el nivel de hastío sigue subiendo, y el gobierno insiste en su populismo autoritario -ambas cosas muy probables-, es posible que las fuerzas de la civilización se unan y que ejerciendo sus derechos le pongan atajo a la barbarie.
La relación entre Chile y Argentina ha sido, siempre, complicada. Durante décadas los chilenos mirábamos a nuestros vecinos con una mezcla de admiración y envidia. Y no era tan sólo por la superioridad futbolística argentina. También tenía que ver con el desplante de los porteños, su arrogancia -verdadera o percibida-, sus artistas de calidad superior, sus carnes tan tiernas como sabrosas, esos chocolates suaves que se derretían en nuestras bocas, y la música maravillosa de Gardel, Soda Stereo, y Fito Páez.
Cuando yo era niño, viajar a la Argentina era todo un acontecimiento. Los afortunados se preparaban durante meses, y hacían listas de las cosas que comprarían, de los lugares a los que había que ir, y de las comidas que tenían que probar. Los más osados regresaban llenos de historias inverosímiles, las que casi siempre involucraban discotecas maravillosas -como el afamado Mau Mau-, o modelos espectaculares e inalcanzables. Pero eso no era todo: como ha dicho el novelista Mauricio Electorat, cuando llegaba el verano y las playas se llenaban de transandinos, muchos de nosotros temblábamos al pensar que “el argentino de rigor” podía robarnos a nuestras noviecitas.
En los últimos 15 a 20 años las cosas han cambiado profundamente. El complejo de inferioridad de antaño ha dado paso a una actitud de superioridad, y a un desdén que sin ser estridente, es palpable. Para la mayoría de los chilenos, Argentina ya no genera ni admiración ni envidia. Yo diría que el sentimiento mayoritario hacia la transandina república es de pena. Esa lástima o compasión que uno siente por los tíos viejos que alguna vez fueron exitosos y encantadores, pero que con el paso de los años se han transformado en seres roñosos y un poco patéticos.
Prácticamente todos los días del año la prensa chilena da cuenta de un nuevo ranking que demuestra que Chile está por encima de la Argentina. Titulares a ocho columnas informan que nuestro país es menos corrupto (Transparency International), tiene mejor educación básica (prueba PISA de la OECD), da más facilidad a los emprendedores (Doing Business del Banco Mundial), y cuenta con mejores universidades (Times de Londres).
Hoy en día, y con las importantes excepciones del fútbol y el cine, los chilenos miran a Argentina hacia abajo.
UNA MIRADA HISTORICA
En 1845 Domingo Faustino Sarmiento publicó su libro más importante: Civilización y Barbarie: Vida de Juan Facundo Quiroga. A la sazón, Sarmiento -quien llegaría a ser el séptimo presidente argentino- se encontraba exilado en nuestro país, donde fungía como profesor de la Universidad de Chile y director de la Escuela Normal.
En esta obra, Sarmiento argumenta que el gran dilema de la Argentina era decidir entre un futuro de civilización o uno de barbarie. La primera era asociada con la ciudad -especialmente con Buenos Aires-, la cultura occidental, y las ideas republicanas. La barbarie, en contraste, era la principal característica del interior del país, y estaba encapsulada en la forma de ser de los gauchos y los indios. Mientras los “civilizados” tendían a asociarse entre ellos y a convivir en forma pacífica, los “bárbaros” vivían aislados y rechazaban las agrupaciones civiles; eran huraños, violentos, y poco respetuosos de las leyes y de los demás. En términos modernos, lo que distinguía a la civilización de la barbarie era el acervo de capital social y el nivel de confianza interpersonal.
En un libro posterior -Viajes de 1849- Sarmiento profundizó estas ideas, y postuló que el sistema político y social de los Estados Unidos era la mayor expresión de lo civilizado. Al igual que a Alexis de Tocqueville -el autor de Democracia en América-, lo que más impresionó a Sarmiento sobre los EEUU fue el que las distintas comunidades se gobernaran en forma independiente, descentralizada y democrática, y que en ellas hubiera múltiples asociaciones ciudadanas que creaban un sentido de responsabilidad, propósito, y futuro. Y, claro, también le impresionó que todo eso llevara a la prosperidad y al progreso.
Más de 150 años después de la publicación de Facundo el dilema entre civilización y barbarie sigue carcomiendo a la Argentina. Ahora no es, como lo percibía Sarmiento, un conflicto entre la culta población urbana y los toscos del campo. Ahora el conflicto es entre una clase política mediocre y rapaz, y el ciudadano medio que aspira a vivir en un país ordenado y predecible, donde pueda desplegar sus talentos, dar rienda suelta a su creatividad, y criar a su familia en un ambiente de mínima seguridad.
UN EQUILIBRIO INESTABLE
Hace unos días le escribí a un amigo argentino que vive en Europa, y le hablé de la vigencia del dilema de Sarmiento. Me contestó de inmediato, diciéndome que temía que la barbarie llevaba todas las de ganar. Luego parafraseó a Porfirio Díaz y dijo, “Pobre Argentina, tan lejos de Dios, y tan cerca del Diablo”. Yo no supe a quién se refería con eso de Satanás, pero por prudencia decidí no preguntarle.
Pero la verdad es que yo no estoy tan seguro de que la barbarie lleve ventaja. Más bien me parece que hay un empate; una suerte de equilibrio frágil que podría resolverse en una dirección u otra.
Es verdad que la situación política es caótica y que el autoritarismo del gobierno de Doña Cristina Fernández es aterrador. También es cierto que los gobiernos K han seguido una política económica desastrosa, y que el país camina hacia adelante sólo gracias a los altísimos precios de los commodities. Argentina es el único país de la región donde hay mercado negro para el dólar, donde se falsean las estadísticas, y donde se usa un sistema burdo de prohibiciones mañosas para controlar las importaciones.
La barbarie también se presenta en la inseguridad y la violencia. La vida es completamente impredecible. Nadie sabe si los vuelos van a salir el día presupuestado, o si habrá cortes de ruta, o si los sueldos y aguinaldos serán pagados en el momento convenido, o si volverán a aparecer las monedas regionales -en la provincia de Buenos Aires ya se habla del regreso de los tristemente célebres Patacones.
No hay respeto por la legalidad, el estado de derecho es ignorado, y los derechos de propiedad son violados en forma repetida. Peor aún, la clase política está convencida de que existe una conspiración cósmica en contra de la Argentina.
Este auge de la barbarie política se explica, en parte, por el calendario electoral. De acuerdo con la legislación actual, ninguno de los tres políticos más importantes del país -la Presidenta Fernández, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, y Mauricio Macri, el jefe del gobierno de la ciudad de Buenos Aires- pueden reelegirse. Vale decir que para seguir en política y teniendo poder tienen que buscar otro puesto o tienen que cambiar las reglas para lograr la reelección. Este es un panorama que, por definición, crea una enorme inestabilidad.
Entre tanta barbarie brilla la civilización.
Todo lo anterior es cierto. Pero también es verdad que detrás de esa barbarie política hay una nación de seres extraordinariamente civilizados, cultos, amables, creativos, llenos de bondad y sentido del humor.
En una visita reciente a Buenos Aires volví a maravillarme por la calidez de la gente. Me perdí durante horas en librerías atiborradas de compradores y repletas de novedades que uno ni sueña con encontrar en Chile. Comí en restaurantes de calidad, con un nivel de servicio extraordinario. Me alojé en dos hoteles que están, sin duda, entre de los cinco mejores del continente. El profesionalismo de los que ahí trabajan contrasta con la improvisación chilena en todo lo que tenga que ver con turismo y la industria de la hospitalidad.
En tan sólo dos días vi tres exposiciones maravillosas. La que más me impresionó fue una, en el Museo de Bellas Artes, sobre arte cinético argentino de los años 1960. En una muestra muy bien curada y pulcramente presentada, pude volver a constatar la originalidad de Julio Le Parc y la delicadeza de la obra de Eduardo Mac Entyre.
Pero lo que más me impresionó fue el nivel de hastío de la gente con los políticos. Taxistas, dependientes de tiendas, mozos de restaurantes -los más cultos del planeta, sin lugar a dudas-, estudiantes, y pensionados coincidieron en decir que estaban hartos con la corrupción, el desorden, y el abuso. Lo escuché en distintos barrios, y de muchísimas personas que se autodefinían como progresistas e, incluso, como peronistas. Cada vez más gente reconoce que el modelo K está agotado. Algo, dicen, tiene que pasar.
La tragedia Argentina siempre ha sido que el todo sea menos que la suma de las partes; que tanta gente civilizada sea gobernada por tanto político bárbaro. Si el nivel de hastío sigue subiendo, y el gobierno insiste en su populismo autoritario -ambas cosas muy probables-, es posible que las fuerzas de la civilización se unan y que ejerciendo sus derechos le pongan atajo a la barbarie.
Relativamente O/T :
ReplyDeleteVictor Davis Hanson : California y Mad Max.
Muy impresionante.
Es mas o menos cierto, yo que estoy al lado lo veo bastante seguido ,de todas formas en algunos chilenos aún se ve cierta admiración por Argentina que no logro comprender, otros en cambio te miran como turista noruego a niño pobre del África subsahariana, y tampoco es para tanto.
ReplyDeleteSon dos situaciones distintas, el niño del Africa subsahariana es inocente, en cambio el argento es un ser de malevolencia pura que trabaja activamente para destruir cualquier oportunidad de progreso que él u otros puedan tener.
DeleteEstás seguro ?
ReplyDeleteLo que le falta al artículo es mencionar que esa hastiada y civilizada gente vota a esos políticos. En su versión más bárbara o en la que dice gracias y por favor, pero decide tu vida a su arbitrio de la misma manera.
Demasiado benevolente la mirada chilena sobre nosotros, no debería tener tantas contemplaciones.
ReplyDeleteTambién demasiado optimista.
Cuando los chilenos somos antipaticos con respecto a otros pueblos, somos como un saco de plomo. Cuando los chilenos admiran, muchos tienden a irse por la borda; otros tratamos, con mayor o menor exito, de mesurar nuestras antipatias y nuestras admiraciones. Edwards es mesurado, pero parece pertenecer a ese grupo de personas que inconcientemente considera a los lideres electos de un pueblo como una especie de marcianos impuestos desde arriba sobre la sufrida poblacion. Mi contacto con estadounidenses y mexicanos es similar: todos arrancan para el cerro cuando un politico o la clase politica mete la pata, roba, viola, arruina, o delinque en general; nadie recuerda que el aprovechado que ahora los humilla fue elegido por ellos mismos y que se lo merecen. Mi mujer -mexicana- se lamentaba el otro dia del triunfo del PRI en Mexico, de lo estupida de la gente que parecia haber sufrido amnesia al elegir a los mismos ladrones y criminales que arruinaron un pais rico, todavia no se llenan y ahora vienen por mas. Pero ella es la excepcion entre los mexicanos y la excepcion en su familia: todos los demas culpan a alguien, pero no a ellos mismos.
ReplyDeleteEdwards obviamente cree que "los politicos" argentinos son una raza aparte, impuesta por fiat y mantenida por las armas sobre un pueblo sufrido que tal vez se haya cansado y determine un cambio. Si los argentinos eligen mas de lo mismo, Edwards olvidara que fueron electos y los considerara marcianos de nuevo. Su vision no le da para mas. Si le preguntan del PRI de seguro dira algo parecido, con admiracion por la musica, el arte, y el esfuerzo de los mexicanos, y lamentando que el PRI los esquilme y engañe. Su amnesia incluye el famoso "Que se vayan todos!" de la Argentina del 2001-2002, porque no se fue ninguno, los han reelegido a todos, y Edwards no se da ni por enterado. Para ser un hombre que obviamente le tiene aprecio a Argentina y a los argentinos, Edwards les hace un pesimo favor acurrucandolos como a bebes indefensos e inocentes. Ni a los nenes ni a los pueblos se les ayuda tratandolos como bebes todo el tiempo. Todos los paises de America Latina estamos viejitos y hediondos: no somos simpaticones, no somos tiernitos, y mientras antes nos demos cuenta de que si seguimos actuando como bigotones vagos y con pañales nos van a dar de palos como a los enfermos mentales de antaño, mejor sera para todos nosotros y nuestros hijos. Pero esto comienza por asumir responsabilidades. Edwards, en su vision infantilizadora, no las ve.
SergioF
Es así, Sergio.
Delete"Algo, dicen, tiene que pasar."
ReplyDeleteEso es lo que vi siempre en Argentina. Gente que espera "que pase algo" ¡Pero ¿qué mierda va a pasar? ¿un cometa que caiga justo en La Rosada cuando está toda la banda reunida?! ¡¿Por qué no "hacen pasar algo" ellos?! ¡Manga de siervos gozosos!
Este ñato ve a los argentos como angelitos de Dios, personajes de una fantasía a lo Walt Disney, donde todos son maravillosos y con corazones de oro. ¿Acaso soy el único que los ve como lo que son? Morlocks.
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