Jul 16, 2012

El peronismo como patología social, parte II

(De Gustavo VF, escrito en 2003, lo voy a colgar en varias partes por su extensión. Va la segunda [la primera acá]).

Un poco de historia

Uno de los conflictos más graves que impidió y sigue impidiendo la convergencia social argentina (que permitiría restablecer un proyecto común acorde a la evolución histórica mundial), es el freno que produjo el choque de esas corrientes civilizadoras europeas con la población nativa que -sobre todo en estas latitudes pampeanas- permanecía en un nivel evolutivo que llevaba miles de años de atraso respecto de aquella. Pero ese desfase histórico es sólo una de las razones del choque: la otra está dada por la realidad de que las sociedades indígenas que poblaban estos territorios sostenían milenarios paradigmas a-culturales, contrarios e incompatibles con toda idea de civilización, que los mantuvieron en una implacable inmovilización evolutiva. Es muy interesante un artículo publicado en la revista “Los unos y los otros” citando el libro de Helene Clastres “La Tierra Sin Mal”, que describe a las tribus que habitaron gran parte del litoral Atlántico del Brasil, Paraguay, Uruguay y noreste argentino, hasta el Río de la Plata, del cual transcribo estos párrafos:

“Yvy marane’y (en lengua tupí-guaraní: suelo intacto, que no ha sido modificado, traducido por los etnólogos como Tierra Sin Mal)”

(...)“Un rasgo característico de estos grupos fue el constante éxodo a lo largo de su historia. Los movimientos migratorios originados en la cuenca amazónica, resultado de diversas motivaciones, fueron coincidentes con el comienzo de nuestra era, hace unos dos mil años, y continuaron en los tiempos de la conquista europea del Río de la Plata hasta nuestros días.(...) La práctica religiosa de los tupí-guaraníes estaba basada en la búsqueda de la Tierra sin Mal.(...) ‘...donde la tierra produce por sí misma sus frutos y donde no hay muerte...’ Un ‘paraíso’ localizado geográficamente al Este o al Oeste, en consecuencia, un lugar accesible que los profetas o Karaí prometían a los aborígenes para alcanzar la inmortalidad. Estos profetas constituían entre los tupí-guaraníes el punto más alto de la jerarquía shamánica.(...) Los Karaí eran frecuentemente dirigentes políticos y ante todo religiosos (...) El cronista jesuita Manuel Nóbrega al hacer una descripción de las ceremonias en que participaban los Karaí, relata ‘...cuando el brujo penetra en el pueblo se dirige a los indios: que no se preocupen más por trabajar, que dejen de ir a las plantaciones, que las cosechas crecerán espontáneamente de modo que nunca les faltará nada, y las flechas irán por sí mismas a la caza para sus dueños; matarán muchos enemigos y capturarán otros tantos para sus festines. Y les prometen una larga vida, les aseguran que las viejas se volverán jóvenes; y en cuanto a las hijas, que las den a quienes quieran’. Descripción que confirma el tenor de sus discursos, la Tierra Sin Mal, la morada de la abundancia y de la juventud permanente. Los Karaí conocen el camino para acceder a ella, pero este camino implica un cuestionamiento de la sociedad desde el momento en que buscar la morada de los dioses significa rechazar los principios políticos, económicos y sociales de la comunidad. Acceder a la tierra perfecta representa renunciar a las tareas de la vida cotidiana, como cazar y cultivar y desconocer las reglas de matrimonio. La Tierra Sin Mal representó el núcleo del pensamiento religioso de los tupí-guaraníes; gobernó sus prácticas en su afán de conquistarla y fue la causa de una diferenciación shamánica que colocaría en la cúspide a una categoría superior de hombre: los Karaí, los hombres-dioses encargados de promover grandes migraciones.”

“Las migraciones de los tupí hacia la Tierra Sin Mal efectuadas aproximadamente desde el año 1500 estaban regidas por un conjunto de normas dictadas por el Karaí. La búsqueda a través del espacio físico no era suficiente en el viaje iniciado, también era necesaria la modificación del estado espiritual y corporal de quienes peregrinaban. Esto se lograba por medio del abandono y la negación de las reglas sociales y el renunciamiento a las actividades económicas y políticas. Durante las migraciones, la economía del grupo se reducía a la de subsistencia. El nomadismo permitía sólo la caza-recolección, cultivando únicamente en caso de necesidad.”

“Por último, las reformas que producen las migraciones impactan gravemente en el orden social, ya que se rompen las relaciones de parentesco: no más reglas de matrimonio, todo está permitido, aún el incesto.”

“La búsqueda de la Tierra Sin Mal es por lo tanto el rechazo activo de la sociedad. A través de este rechazo el hombre entra en el camino de los dioses y de la inmortalidad. Por consiguiente el pensamiento de la Tierra Sin Mal no se resuelve en el de otro lugar que sólo sería espacial. Es el de otro del hombre absolutamente exento de obligaciones, el hombre-dios. Esa es la apuesta que muestra que los Tupí (...) sabían que la muerte de la cultura era el precio con el que había que pagar la exigencia de los hombres de querer compartir la felicidad de los dioses(...).”

Encontramos entonces aquí a uno de los más reveladores ejemplos de un imaginario social cerrado y atávico impidiendo todo estímulo de evolución humana, establecido comomito fundacional de una de nuestras comunidades nativas. Debemos considerar además que estas tribus, junto a las del noroeste argentino, eran, aún así, de una madurez muy superior a las que habitaban en la región pampeana, como veremos luego.

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