La empresa, así en genérico, es un ente mal visto en nuestra sociedad. Da trabajo; ofrece productos y servicios que hacen nuestro mundo más habitable, más interesante o más placentero; nos ayuda a satisfacer nuestras necesidades básicas; nos permite conocer otros lugares y otros países... pero haga lo que haga levanta sospechas, tiene que justificarse y, en muchísimos casos, es premiada con un odio, teñido de envidia, que me resulta difícil entender.
Hay algunas excepciones, sí: aquellas compañías, como las ONG, que renuncian precisamente a lo esencial del carácter empresarial, que es ganar dinero; o también las pymes, que tienen nuestro permiso para vivir, siempre, eso sí, que no se les ocurra hacerse más grandes.
(...)
Lo peor de todo es que ninguna de estas suspicacias afectan a las empresas públicas, que son, por lo general, más ineficaces, satisfacen peor nuestras necesidades y encima nos cuestan más dinero a la hora de pagar y a la de cumplir nuestras obligaciones con Hacienda. Pero, claro, se lo perdonamos porque no quieren ganar dinero, sino ser un "servicio público"... Aunque para mí que es el público el que las sirve a ellas.
Pues por que sois católicos, supongo que le contestaría Max Weber a Carmelo Jordá (de que otra forma podría llamarse?) Se puede discutir, pero no es del todo descabellado que el sospechar del progreso económico tenga su raíz en cierta interpretación bíblica. Los anglos se extrañan de que la palabra ambición tenga una connotación negativa en castellano. De igual forma, el adjetivo industrious no parece tener en nuestro idioma un equivalente aceptable. En fin, Carmelo: el dilema, al igual que tu nombre, es idiosincrático. Suerte con eso.
ReplyDeleteUna versión preocupante del tema: http://www.lanacion.com.ar/1500696-victor-hugo-juega-con-fuego
ReplyDeleteMcCrow
“La empresa(…)es un ente mal visto en nuestra sociedad. Da trabajo…” dice C.Jordá.
ReplyDelete“Listo, por eso mismo la odio” dice un wachiturro.