Horacio Vázquez-Rial Q.E.P.D.

Me permitirán ustedes este lugar tan personal. Y sabrán, espero, soslayar cualquier discrepancia al respecto. Otro será el momento de la semblanza, de la divulgación del intelectual y su obra. Hoy sólo quiero rendir un personal homenaje al hombre.

Ojalá se entienda la profundidad de esta afirmación, todo lo que conlleva: Conocí y disfruté de su palabra. Sobre todo de sus artículos de prensa y entrevistas. Intercambiamos opiniones y bromas con amigos en común, de esa particular manera en que sólo los porteños antiguos lo saben hacer, a través de esa extraña relación que da la Internet.

Nos había anunciado su enfermedad a unos pocos amigos de Facebook. Después, periodista y hombre público al fin, difundió su estado a través de un artículo.

Durante toda su convalecencia, que él sabía o intuía definitiva, mantuvo una templanza y un humor dignos de una profunda humanidad.

Hace poco, a través de un amigo, nos comunicó que su cáncer entraba en la etapa final.

Tenía la vana esperanza de que eso que se llama sobrevida nos permitiera juntarnos a tomar unas copas y charlar personalmente (Quienes tenemos cierta edad y hemos perdido gente, sabemos que toda vida, por libre de la enfermedad que esté, se torna a partir de cierto momento, sobrevida.). No pudo ser.

Esperado, pero no tan pronto, en esta mañana de Buenos Aires me entero de su fallecimiento en la madrugada de Madrid.

Queda su obra escrita, esa en la que trabajó infatigablemente en vida, lo que no es poco. Él estará satisfecho con eso. Pero el hombre de la palabra hablada ya no está entre nosotros.

Ha muerto Horacio Vázquez Rial. El mundo, hoy, es un lugar un poco más pobre y desolado.