De la sección así en Argentina como en España y viceversa.
Gabriel Albiac recuerda irónicamente:
Con usted llegó la Ley Orgánica del Poder Judicial de 1985. Y con ella la destrucción de la división de poderes.
Con usted -«contigo», dicen sus amigos- llegaron la LRU y la LOGSE. La primera, redactada por un club de penenes del partido que sabían llegado el momento de hacerse con plaza fija sin pasar control alguno. Desertizó las universidades. Lo de la LOGSE fue peor. La ley orgánica de 1990 destruyó las enseñanzas medias y preparó ese infantilismo trascendental que rige la catástrofe española: una ilimitada guardería para cuyos pupilos «el error» no habría ya de ser «considerado como un fallo, sino como la expresión verdadera del dinamismo subyacente del alumno».
Con usted -«contigo», dicen sus amigos- llegó la Ley Orgánica del Poder Judicial en 1985. Y con ella la destrucción de esa división de poderes en la cual los clásicos veían aquello sin lo cual no existe constitución. Pero los clásicos eran viejos revolucionarios sin demasiado empeño en hacerse ricos a toda prisa. Y usted -y los suyos- sabían que, para hacerse rica deprisa, una casta política necesita controlar los tribunales, nombrar a los miembros del gobierno de los jueces. Usted lo legisló. Montesquieu fue enterrado.
Con usted -«contigo», dicen sus amigos- fue tejida la red que permitiera a la financiación en negro de los partidos políticos asentar las bases de súbitas prosperidades: la de Roldán no fue más que la caricatura. Antes de que un tal Maragall contara lo del 3 %, mucho antes, con usted, Filesa, Malesa, Time Export y tantas otras filigranas financieras tejieron abundancia en los aledaños del partido. Y la corrupción en España dejó de ser anecdótica y se trocó en constituyente. Lo de ahora es su fase gangrenada.
Con usted -«contigo», dicen sus amigos- el crimen de Estado atisbó la vía rápida para acabar con el terrorismo. Si lo único que consiguió fue potenciarlo, usted no tuvo la culpa: incompetencia de mal pagados sicarios. También de aquellos fondos reservados se nutrió más de una fortuna: la sangre es buena para ocultar el robo. Con usted, con su plácet, un tal García Damborenea -máximo responsable vasco del partido- confesó ante un juez haber puesto en pie, a partir de 1983, la estructura de asesinar que acabaría con ETA. A él lo condenaron por eso. A su ministro del Interior, también. Y a su secretario de Estado para la Seguridad. A usted, no. Enhorabuena.
Con usted -«contigo», dicen sus amigos- un juez instructor, al cual usted y sus amigos se ocuparían de hacer pagar cara su independencia, redactó en un auto judicial este relato de hechos acerca del secuestro, tortura, asesinato, muerte y desaparición de Lasa y Zabala: «Durante varios días, Lasa y Zabala permanecieron retenidos y torturados en las dependencias del Palacio de la Cumbre, situación que duró hasta que sus secuestradores y torturadores, viendo el estado en que se encontraban -tan lamentable que se convencieron de su imposible recuperación- decidieron darles muerte y enterrarles en un paraje donde su localización fuera prácticamente imposible».
Con usted. «Contigo», dirán sus amigos.
¿Y por casa cómo andamos?
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