Las sociedades con un instinto de supervivencia más desarrollado que el de la argentina terminaron de entender hace rato que fomentar el odio y el resentimiento desde el poder es una pésima idea.
Llama mucho la atención que a pesar de los miles de muertos y del horror de los 70 (por mencionar el caso más reciente) sigan insistiendo con un método de resolución de conflictos tan traumático y poco práctico.
Les soy honesto, no sé cómo se vuelve de todo esto.
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