Sep 30, 2004

¿Canadá? Tome hacia el Norte y gire a la izquierda

¿Canadá? Tome hacia el Norte y gire a la izquierda
http://www.lanacion.com.ar/03/12/13/do_554842.asp
Por Clifford Krauss The New York Times
13/12/03

TORONTO Los canadienses y los norteamericanos se visten y hablan igual; les gustan los mismos libros, películas y programas televisivos; intercambian más bienes y servicios que nunca. Pero se ha abierto un abismo respecto de cuestiones sociales que afectan valores fundamentales. Está surgiendo una identidad canadiense más distintiva, mucho más afín a las sensibilidades europeas, que provoca nuevos roces con Estados Unidos.

Las desavenencias recientes en torno del comercio, las drogas y la guerra en Irak (Canadá se ha rehusado a enviar tropas) han agriado las relaciones. Los canadienses son cada vez más francos acerca de las cosas que los separan de sus vecinos. "Los dos países suenan más diferentes. Desde el 11 de septiembre, la diferencia es dramática. Se advierte una mayor fragilidad y se oye más ruido de estática", señala Gil Troy, un historiador norteamericano que enseña en la Universidad McGill, de Montreal.

Por supuesto, los roces no son una novedad: los hubo, por ejemplo, durante la guerra de Vietnam, cuando el primer ministro Pierre Trudeau acogió a los norteamericanos que evadían el servicio militar. Pero entonces las discrepancias eran más políticas que sociales. Los analistas dicen que los dos países siempre han sido similares, pero diferentes, y que las disimilitudes suelen acentuarse en los márgenes. Sin embargo, hoy día, en entrevistas realizadas en todo Canadá, muchos analistas y ciudadanos comunes hablaron de un aparente corrimiento de las disparidades al centro del escenario, particularmente en cuanto a valores socioculturales.

Persisten bolsones de coincidencia, pero sus respectivos centros de gravedad han cambiado. La francófona Quebec, con el 20 por ciento de la población y sus actitudes sociales despreocupadas, tira al país hacia la izquierda, del mismo modo en que el Sur y el "cinturón bíblico" (la parte sudoeste de los estados centrales, donde prevalece el fundamentalismo protestante) tironean cada vez más a Estados Unidos en dirección contraria, sobre todo en asuntos como el aborto, el matrimonio entre homosexuales y la pena capital. En la última década, ninguno de ellos ha resonado mucho que digamos en Canadá. Aquí, el consenso sobre política social parece más consolidado; sus fisuras, más finas y menos explotables.

Las drogas constituyen un punto de divergencia. En la Cámara baja del Parlamento va abriéndose paso un proyecto de ley que autoriza la posesión de marihuana en cantidades pequeñas. La Casa Blanca ya advirtió que su vigencia podría entorpecer el comercio fronterizo. Hace poco, el primer ministro, Jean Chrétien, dijo en broma que cuando se retirara tal vez fumaría algún porro: "En una mano tendré el porro y en la otra el dinero para pagar la multa". Resulta casi inconcebible que un presidente norteamericano chancee con tal desenvoltura. Pero en una nación en la que Vancouver, la ciudad más importante de la costa oeste, hoy es conocida como "Vansterdam" pocos pestañearon.

Cuando la Suprema Corte de Massachusetts autorizó el matrimonio entre homosexuales, los conservadores prometieron reformar la Constitución, Bush dijo que defendería el matrimonio y hasta los candidatos presidenciales demócratas más importantes se abstuvieron de apoyar abiertamente el dictamen. Este año, dos tribunales provinciales canadienses emitieron fallos similares y, con muy poca angustia nacional, Canadá pasó a ser el tercer país del mundo que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo como un derecho civil. No todos están de acuerdo. Muchos ancianos y gente de campo han puesto reparos, y la iglesia anglicana canadiense está casi tan dividida como la iglesia episcopal norteamericana. Aun así, los canadienses siguen siendo tolerantes. Desde que salió el fallo judicial, se han casado más de 1500 parejas de lesbianas y gays. En Estados Unidos, estas uniones molestan a los fundamentalistas cristianos que dirigen gran parte de la política interna, sobre todo con el gobierno actual.

Vancouver es la ciudad que mejor revela estas diferencias. Se parece a cualquier ciudad de Estados Unidos, salvo en su franca y lícita cultura de la droga. Abundan los smoke-easies (bares, locales comerciales y agencias donde se puede comprar o fumar marihuana) y un compassion club distribuye marihuana, bajo receta, entre enfermos de cáncer y otras personas. En septiembre, con fondos y supervisión públicos, se abrió un centro de inyecciones para heroinómanos. Entretanto, el gobierno federal se dispone a lanzar en 2004 un programa experimental de distribución de heroína a drogadictos en Toronto, Montreal y Vancouver.

En opinión de Michael Adams, un consultor de Toronto experto en encuestas, todas estas reformas "significan que Canadá se está alejando de Estados Unidos y acercándose a Europa". Su mayor tolerancia, sostiene, refleja una diferencia fundamental de actitud frente a todo, desde la diversidad étnica e idiomática de los inmigrantes hasta el status relativo de los sexos. Observa que a partir de los años 50, la asistencia semanal a la iglesia cayó a pico en Canadá y se mantuvo casi constante en Estados Unidos.

Para muchos comentaristas, los dos países estarían trocando sus papeles tradicionales, basados en que Estados Unidos nació como un país revolucionario y Canadá como una alternativa contrarrevolucionaria. Durante la Depresión, bajo el New Deal de Franklin D. Roosevelt, Estados Unidos fue la fuerza progresista, mientras que Canadá se aferraba tercamente a políticas económicas conservadoras. A mediados de los 60, Canadá pasó a tener un gobierno mucho más activista y adoptó un sistema nacional de seguro social. Poco después, la guerra de Vietnam empezó a restar popularidad al experimento del presidente Johnson de crear una Gran Sociedad. De entonces a hoy, esta tendencia ha ido en aumento.

No todos los analistas ven una divergencia grande y duradera. Para algunos, como Peter Jennings, locutor de ABC News nacido en Toronto que hoy posee la doble ciudadanía, en realidad los canadienses se han acercado más a los norteamericanos. No obstante, Canadá se transformó en "un lugar socialmente más informal". "Está haciendo lo mismo que algunos países europeos: tratar de equilibrar algunas fuerzas del mercado con la política pública. Esto se advierte menos en Estados Unidos, donde el individualismo y la búsqueda de la felicidad se mantienen muy vigentes", explica Jennings.

Con todo, el abismo cultural es cada vez mayor. El escritor canadiense Douglas Coupland, conocido por sus comentarios culturales a ambos lados de la frontera, recuerda: "En los años 70, nos enseñaron que Canadá sería absorbida por Estados Unidos. En los 80, la predicción pareció cumplirse. Luego, en la segunda mitad de los 90, creímos ver uno de esos films en que un cromosoma se duplica, se realinea y, finalmente, la célula se divide. En estos últimos meses, ese proceso sólo parece haberse acelerado".

(Traducción de Zoraida J. Valcárcel)
Copyright S. A. LA NACION 2003. Todos los derechos reservados.

2 comments:

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