El estilo del presidente "K"
Por Andrés Benavente Urbina
Diario Financiero (Chile)
Fecha: 30/4/2004
Andrés Benavente Urbina, Director Programa Observatorio del Entorno Empresarial, Facultad Economía y Negocios, Universidad Diego Portales
En Argentina hay una singular manera de nombrar el presidente Néstor Kirchner: usando solamente la inicial de su primer apellido. Esta denominación tan particular -ampliamente difundida por la prensa - es consonante con otro rasgo que está caracterizando a su gestión de gobernante: el incumplimiento de los compromisos y además, el usar este expediente para presionar a la contraparte a ceder posiciones en su beneficio.
Así lo ha hecho con el Fondo Monetario Internacional. Cada vez que su gobierno ha debido negociar para reprogramar la deuda o cuando ha debido cumplir con alguna obligación financiera, ha amenazado con no pagar, con entrar el default. El FMI, aun a costa de asumir el riesgo moral, ha terminado cediendo por cuanto considera políticamente inconveniente dejar que Argentina entre en moratoria. Se da así un paradojal escenario, donde el acreedor accede a las exigencias de un deudor que está en una posición de rebeldía.
Así lo ha hecho con los acreedores privados de los bonos de la deuda pública. Ciertamente con el ánimo de no pagar, ha planteado que reconoce sólo el 25% del capital adeudado y que el 75% restante deben asumirlo como pérdida. Nuevamente la presión apunta a que los tenedores de los títulos acepten rebajar sus créditos con tal de no perderlo todo. Otra vez el escenario es curioso: el deudor de manera unilateral fija el porcentaje de la deuda que está dispuesto a pagar.
Así lo está haciendo con la exportación del gas natural a Chile.
Primero se dirá que no se restringirá el suministro a nuestro país sin previo aviso lo cual ciertamente no ocurrió, haciendo pasar un bochorno al ministro de Economía, Jorge Rodríguez que venía regresando desde Buenos Aires a transmitir un compromiso que ya estaba violado. Ahora, cuando se ha incrementado el recorte del gas, se ha escogido -precisamente - el día en que la ministra Soledad Alvear estaba en Buenos Aires tratando de negociar el fin o la reducción de las restricciones. No cabe duda que el estilo del presidente "K" no pasa siquiera por las formas para encubrir su voluntad transgresora de la más elemental juridicidad.
El presidente "K" es un ejemplar raro en la región. Distinto al presidente Da Silva de Brasil, quien haciendo gala de su larga tradición de dirigente sindical es absolutamente fiel a los compromisos que contrae aun cuando ello le pueda acarrear impopularidad. Eso le ha dado no sólo credibilidad sino respetabilidad en los mercados y en los organismos financieros internacionales.
Radicalmente diferente del presidente Battle de Uruguay, hombre de juicios lúcidos y certeros que ha sabido remontar una crisis económica con vocación de país, cumpliendo obligaciones, sin entrar en cálculos coyunturales o mediáticos. El estilo "K" es otro. De un lado absolutiza la coyuntura y condiciona a ella las expectativas de futuro; habiendo sido un personaje político de tercer orden que rescata Duhalde para enfrentarlo electoralmente a Menem; llegando segundo en la elección presidencial argentina y ser elegido en virtud de la aplicación de mecanismos de excepción, se deslumbró con una repentina popularidad que ha alimentado con retóricas nacionalistas (en contra del FMI) y anticapitalistas (acreedores privados). De otro, recurre a procedimientos que se asemejan a los de la mafia, como la extorsión para lograr objetivos (en esto es un legítimo heredero de Perón); de ello pueden dar testimonio el Fondo Monetario, los tenedores de bonos y las empresas productoras y transportadoras de gas natural.
El resultado de esta acumulación de comportamientos es que está generando una formidable incertidumbre institucional en su país.Sin embargo, al fin de cuentas, cuando terminen los fuegos artificiales derivados del crecimiento rebote que muestra hoy la economía y vuelvan a comenzar las movilizaciones violentas; el estilo "K" será un eficiente tobogán a una nueva crisis, y de su gestión quedará el recuerdo de un "montonero" frustrado que se encandiló con el poder.
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