Creo que nadie puede vivir sin esperanza. Es una condición humana. Es muy difícil vivir sin tener al menos alguna expectativa de que las cosas van a cambiar para mejor en algún momento. Por eso es comprensible que la gente que se quedó en el país, por el motivo que sea, tenga que seguir viviendo y necesite de la esperanza, creer que el cambio es posible y que algún día las cosas cambiarán para mejor.
Por eso entiendo que algunos conocidos y amigos en Argentina me escriban para decirme que las cosas están un poco mejor, que hay más movimiento, etc. Pero hay algunos otros que sostienen que Buenos Aires no es más insegura que cualquier ciudad comparable del mundo; que el problema de la inseguridad está exagerado por los medios y por algún episodio llamativo; me hablan de las “grandes negocios de exportación”; sostienen que el país recuperó la dignidad, y ahora es un país en serio, con un gobierno honesto; que este es el camino al desarrollo; que pobres hubo siempre.
Puede ser un horror, pero es comprensible que alguien, por necesidad, por que no tiene otra opción, tenga que comer mierda día por medio. No le queda otro remedio que cerrar los ojos, taparse la nariz, hacer de tripas corazón y tragarse cucharada tras cucharada de humeante materia fecal. Lo que sí es llamativo es que quiera vender a los demás su intenso bouquet y sus grandes virtudes nutritivas. Tener que tolerar a diario la realidad de vivir en un país como la Argentina actual es de un dramatismo enorme, no hay ni que decirlo, pero no es necesario sumar disparate al horror, tratando de hacer pasar mierda por dulce de leche.
Seguí conservando amigos, dale!
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