Va el tercero. Esta vez sobre los amigos de todos los niños latinoamericanos, como la Momia de Titanes: Fidel y Chávez. Otra vez, se trata de personajes que nos definen como argentinos. Qué sería de la argentinidad sin dictadores y sátrapas en general a los que ir a chuparle las medias (por no decir otra cosa). Muy probablemente deberíamos volver a hablar de las "relaciones carnales" con EEUU:
En estos días de dictadores sorprendentemente bondadosos, la información nos ha generado algunas noticias llenas de color. De todas, la liberación de Raúl Rivero de una cárcel cubana es la única que motiva alegría. Otras, en cambio, han sido un monumento al cinismo, al humor negro y directamente a la provocación. Por ejemplo, el Premio Derechos Humanos que Muammar al-Gaddafi ha otorgado a Hugo Chávez, demostrando que el mundo tiene un estómago capaz de devorar cualquier sapo venenoso sin inmutar-se. Obviamente, según quien sea el sapo. ¿Qué habría pasado si Sharon, por ejemplo, hubiera otorgado un premio como este a Collin Powell? ¿Y al revés? El mundo, el mundo que predica en las tribunas universitarias, pontifica desde los micrófonos periodísticos y crea opinión solidaria en los forums alternativos, ese mundo siempre está dispuesta a escandalizarse hasta el paroxismo con los representantes democráticos, pero guarda un sospechoso, denso, cómplice silencio con los dictadores de izquierdas. ¿Dónde están los artículos que tendrían que mostrar la indignación que el acto de Gaddafi tendría que generar? Un viejo y convencido terrorista, violador sistemático de todas las libertades del diccionario, responsable de decenas de muertos, premiando, en nombre de los derechos humanos, a un populista aprendiz de dictador, que está consolidando un Estado represivo. Y que se ha paseado por España como se pasea por el mundo: como el dueño de la hacienda. Chavez no llega a la maldad política de Gaddafi porqué, para eso, hace falta mucha biografía sangrienta, pero es un aprendiz con vocación, de ahí que Dios los críe y ellos solitos, gracias a su sinvergüenza y a nuestra indiferencia, se junten… De hecho, que Gaddafi premie a Chávez es un gesto de una gran coherencia.
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