Una nueva carta de Plutarco a su Tío Plinio, esta vez sobre la autocrácia K:
Entonces, tío Plinio querido, debo sumergirme en las amarguras del dolor autocrítico. Confesar abiertamente que me equivoqué. Porque nunca creí, que en la Argentina entera, pudiera aplicarse exitosamente el esquema cesarista autocrático de Santa Cruz.
El momento más difícil, en la vida de un estadista, nunca es el momento de la derrota. Al contrario, es el momento de la victoria.
Justamente cuando irrumpe la bonanza, es cuando el estadista debe recurrir a los efectivos recursos de la nobleza. En el triunfo es cuando suelen brotar los atisbos de cierta generosidad espiritual. Hidalguía, en sentido clásico. Arrebatos altivos de caballerosidad.
Sin embargo, al acelerarse, al no poder sucumbir ante las calenturas de la argumentación precoz, cualquier político de cabotage puede deslizarse por la pendiente chiquilina de la adolescencia. Y aprovechar la magnitud escenográfica de los supuestos logros para fustigar, desde la perentoria soberbia del poder, a los infortunados que en algún momento cometieron la osadía de combatirlo. Trátase de una ética vengativa de humillación.
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