Más sobre Chávez, esa especie de amalgama de lo peor que dio Latinoamérica en sus siglos de dictaduras y gobiernos autocráticos. Ayer me preguntaba cómo era posible que la comunidad internacional no reaccione como es debido ante los crecientes atropellos. Este es el punto de vista de Carlos Alberto Montaner:
Es obvio que Hugo Chávez está buscando un enfrentamiento con Estados Unidos. Insulta constantemente a Bush, profiere vulgares alusiones sexuales a Condoleezza Rice, amenaza con suspender el suministro de petróleo a los norteamericanos, y no pierde una sola oportunidad de asociarse a los enemigos de Washington, ya sea Irán o su hermano Gadaffi. Simultáneamente, financia y ayuda a todos los movimientos subversivos de América Latina, desde el MAS de Evo Morales que mantiene en jaque a la precaria democracia boliviana, a las narcoguerrillas comunistas colombianas.
¿Por qué ese irresponsable comportamiento? Obvio: Chávez necesita un poderoso enemigo exterior para galvanizar a sus propias fuerzas. La dirigencia chavista, que tiene mucho de olla de grillos, es una mezcla mal forjada de comunistas, militares sin prestigio, radicales de rompe y rasga, zombies de la guerra fría, como su vicepresidente José Vicente Rangel, y ganapanes de la nueva clase económica oficial enquistada en los millonarios presupuestos de los petrodólares. Ahí no existe una ideología vertebradora que los discipline. Como no la hay entre sus electores, a los que sólo puede atraer a las urnas mediante el populismo más ramplón de otorgarles algunas dádivas. No es militancia, sino clientela. Son estómagos agradecidos. Chávez, además, necesita proyectar su imagen exterior y le parece que debe prepararse para desempeñar el papel de “David contra Goliat”, espléndidamente representado por Fidel Castro a lo largo de medio siglo de tragedia caribeña, tan pronto como el Comandante elija morirse y pasarle la antorcha del antiimperialismo en medio del divertido velorio.
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