Volviendo un poco a lo que escribía el otro día, no puedo dejar de sentir que tal vez sea totalmente al fart todo esto que hacemos de mantener un blog y tratar de combatir todos estos lugares comunes, fantasías y disparates lisos y llanos. Por lo pronto, es una lucha desigual. Nuestra tarea es comparable a tratar de apagar un incendio forestal con un par de goteros de solución salina.
Si todo esto se diera en el terreno de las ideas, por lo menos tendríamos alguna oportunidad. El gran problema es que no se trata de ideas. Por eso mismo es que ni siquiera podemos llamar a todo esto un “debate”.
En realidad estamos luchando contra verdades reveladas, grandes principios universales que se aceptan irreflexivamente, muchas veces usando el criterio de autoridad, se trata del equivalente ideológico del dogma religioso. La gran mayoría de las personas que repiten estas cosas jamás se detuvieron un minuto a pensar si realmente tienen un correlato en la realidad.
Es honestamente penoso tener que seguir explicando a personas adultas medianamente formadas e informadas, por ejemplo, que el dramatismo de la situación de Cuba no es producto de la propaganda yanqui. ¿Cómo se le explica a alguien que en realidad se trata de uno de los últimos bastiones de una variedad de autoritarismo que cercena hasta los más elementales derechos individuales, que los supuestos logros de la revolución no son otros que el deterioro de los índices que ya tenía Cuba antes de la revolución? Todo lo anterior de ninguna manera implica aceptar o rechazar el rol internacional de los EEUU como superpotencia mundial. Es otro tema aparte.
De la misma manera, podemos estar o no de acuerdo con lo que pasó en el país en la década del 90; podemos ser más o menos pro mercado, pero honestamente no entiendo cuál es el proceso racional que nos lleva a aceptar las barbaridades que vinieron después sólo porque no nos gustaba Menem.
Los mismos a los que les parecían sospechosas las licitaciones internacionales de los 90, ahora consideran razonables las adjudicaciones directas de este gobierno; esta misma gente que se horrorizaba de la “corte adicta” de Menem, le parece fantástico cuando el actual presidente la voltea para poner sus propios allegados ideológicos; los mismos que se alegraban de que Menem esté preso por una cuenta no declarada en el exterior, son los mismos que ahora no ven nada de malo con un presidente que no puede explicar dónde están los más de 700 millones de dólares de su provincia.
Insisto, estamos sentados en la playa, tratando de vaciar el mar con un baldecito de juguete. Por cada artículo que posteamos, por cada lugar común de izquierda que tratamos de refutar, por cada fisking, por cada dato, estadística o hecho concreto que incluimos se generan cientos, sino miles, de disparates del pensamiento único. Sencillamente porque es gratis, la imaginación no tiene límites. Mientras nosotros debemos dedicar tiempo a corroborar lo que decimos en la realidad y cotejar datos, cualquier hijo de vecino progre te tira un bolazo de izquierda por minuto sin ni siquiera calentarse en verificar si es cierto o no.
Mientras nosotros sabemos perfectamente que eventualmente nos pueden demostrar que estamos equivocados en lo que decimos, esta gente sabe de antemano que tiene razón. Ellos no opinan, sentencian. No hay manera de contrarrestar una afirmación que no se basa en la realidad. ¿Cómo hacemos, por ejemplo, para “probar equivocada” la afirmación de que todos los males del mundo son culpa de los EEUU.? ¿Qué la pobreza es producto del capitalismo?
En fin, la corto y me voy a agarrar los dedos con la puerta para sentirme mejor después.
Muy bueno, Luis
ReplyDeleteCuando todo esta perdido, aún queda la esperanza.
Proverbio Hindú
Pablo