Relacionado con lo que venimos hablando por acá sobre las universidades públicas en la Argentina, por favor no se pierdan la columna de hoy de Mariano Grondona en La Nación. Marianito se pregunta si la universidad debe ser democrática. Un muy saludable baño de sentido común.
Como de costumbre, lo digo yo por acá y nadie me da un corcho de bola. Lo dice Don Grondona y todo el mundo lo aplaude de pie:
Es difícil conciliar este "apriete" gubernativo con el principio de la autonomía universitaria que la UBA ha venido proclamando desde la legendaria Reforma Universitaria de 1918, nacida en Córdoba. Pero más difícil aún es comprender la lógica de los activistas de la FUBA cuando pretenden justificar la violencia que emplearon contra los asambleístas con una apelación a la democracia. ¿Cómo puede llamarse "democrática" la imposición violenta de algunos cientos de activistas sobre una Universidad poblada por 300.000 estudiantes?
Los activistas, ¿son sinceros cuando hablan de esa "democratización" de la UBA a la cual supuestamente aspiran? Aquí surge una segunda contradicción. Es contradictorio, por supuesto, emplear la violencia en nombre de la democracia. Pero esta aberración es posible porque viene alimentada por otro error más profundo y menos visible, que es suponer que la universidad debe ser, en sí misma, democrática.
La democracia es un régimen político en virtud del cual los gobernados eligen a los gobernantes. Pero esta descripción, que es fundada cuando se aplica a la forma de gobierno de una nación, ¿debe aplicarse también a las demás instituciones sociales que esa nación alberga? Se puede decir de estas diversas instituciones que son democráticas en cuanto sostienen la forma de gobierno democrática. Pero que lo sean en este sentido, ¿las obliga además a ser democráticas en su propio interior?
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