El ex presidente Menem, el Innombrable, el responsable de todos nuestros males, sobre la grosera manipulación de cifras y estadísticas de la Argentina neopopulista. El ex presidente cree que, a pesar de todo, la gente se da cuenta porque no como vidrio. Yo no soy tan optimista. Gran parte de nuestra sociedad desea fervientemente creer en estas cosas:
Abraham Lincoln decía:“Se puede mentirle a todo el mundo durante un tiempo. Se puede mentirle a una parte del mundo durante todo el tiempo. Lo que no se puede hacer es mentirle a todo el mundo durante todo el tiempo”.
Esa advertencia de Lincoln tiene más vigencia que nunca en la Argentina de hoy, cuando, a vista y paciencia de la opinión pública, el Gobierno ha resuelto falsificar abiertamente lo que hasta ahora distorsionaba sistemáticamente, pero con pretendida discreción: el índice de aumento del costo de la vida.
Al hacerlo, falsifica también, automáticamente, otros dos índices muy importantes, que corresponden al porcentaje de la población argentina que se encuentra por debajo de la línea de pobreza y por debajo de la línea de indigencia, porque estos datos se derivan precisamente de la relación existente entre el costo de la vida y los ingresos personales.
Queda, entonces, acreditado algo que los argentinos sospechaban desde hace mucho tiempo: ni las cifras de inflación ni los índices de pobreza y de indigencia manejados oficialmente son ciertos.
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