Mar 11, 2007

Roberto Cachanosky sobre el “tipo de cambio competitivo" y la necesidad de “enfriar la economía”. Seguimos creyendo que las distorsiones en el mercado salen gratis:

Dentro de la terminología económica argentina, tipo de cambio competitivo quiere decir tener un tipo de cambio que estimule las exportaciones. En realidad lo que se busca con el tipo de cambio competitivo no es tanto aumentar las exportaciones como limitar las importaciones. Pero, traducido al castellano básico, tipo de cambio competitivo en la jerga argentina significa aumentar artificialmente el tipo de cambio para disimular las ineficiencias de la economía y, de esta forma, evitar la competencia externa y, de paso, poder mantener el impuesto a las exportaciones que no se coparticipa con las provincias y que le aporta al Tesoro aproximadamente el 10% de la recaudación total. ¿Cuál es la contrapartida de un tipo de cambio competitivo (tipo de cambio artificialmente alto)? Salarios en dólares bajos, y con salarios en dólares bajos, la capacidad de la gente de acceder a productos importados se reduce notablemente, quedando cautivo de los productores locales, por eso el tipo de cambio competitivo es, entre otras cosas, un tipo de cambio manejado por el Estado para limitar la competencia. Obviamente que a los productores locales les encanta que el Estado les limite la competencia cuando ellos venden, pero no les encanta tanto cuando ese mismo tipo de cambio competitivo les limita la competencia cuando tienen que salir a comprar insumos para su producción. Es humanamente comprensible.

Detrás del tipo de cambio competitivo también se esconde una feroz y regresiva transferencia de ingresos, dado que los sectores de menores ingresos pagan el impuesto inflacionario para restringir la competencia y, además, son cautivos de una oferta interna reducida. Pero como la cantinela de la defensa de la producción nacional es un discurso que prende políticamente, pareciera ser que, en el mediano plazo, la gente está dispuesta a pagar los costos del tipo de cambio competitivo aunque salga perjudicada. De manera que la política de cambio competitivo no tiene nada de competitivo y sí mucho de anticompetencia. Suena bien a los oídos del electorado, pero es la antítesis de la competitividad de los países porque no ataca los problemas estructurales. Los esconde.

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