May 2, 2007
Haciendo quedar mal a la fuerza
Frederick Thompson, el corresponsal tucumano para "El Opinador Gazette", me contaba por teléfono que hace un par de días dos asaltantes le hicieron probar una dosis de la inseguridad que se vive en nuestros pagos. Afortunadamente, a nuestro muchacho la desagradable experiencia sólo le costó el susto y la billetera. De recompensa: un poco de risa.
Resulta que llamó a la policía inmediatamente luego de ocurrido el asalto. El comisario muy amablemente le dijo: "ya mismo vamos para ahí". Luego que transcurrieron tres horas sin el arribo de ningún oficial, nuestro Frederick hizo una segunda llamada. El comisario se disculpó, luego explicó que le habían asignado el caso al oficial Rodríguez, quién no iba a poder presentarse en el lugar del hecho debido a que "en este momento no tiene combustible en su vehículo".
A raíz de esta anécdota Thompson me comentó de un nuevo fenómeno tucumano: la velocidad de los ladrones (Nota1: al cual no vamos a denominar "la lentitud de la policía" para no dejar TAN mal parados a nuestros queridos uniformados). Me contaba de un hombre que sufrió un asalto en su domicilio a manos de dos hombres fuertemente armados. La víctima desenfundó una pistola y le hizo frente a los malvivientes. En el tiroteo murió uno de los asaltantes, mientras el otro quedó malherido. El héroe de la noche, la víctima del asalto, tuvo que ser internado por heridas de bala. Su familia llamó a la policía inmediatamente luego de ocurrido el hecho, pero resulta que familiares de los ladrones llegaron ANTES que la policía, que cuando llegó al lugar se encontró con esta horda de delincuentes que casi lincha al propietario-víctima del asalto. Este es sólo uno de los numerosos casos en los que familiares de los malvivientes llegan antes que la policía a la escena del crimen (Nota2: esta última oración va dedicada a nuestros amigos libertarios que dicen que el sector privado es siempre más eficiente que el estado opresor).
Pero no esperen encontrar estas cosas en "La Gaceta" de Tucumán. A los tucumanos nos interesa otro tipo de noticias: la prolongación del verano en Noruega, el control de armas en Virginia, o lo mucho que se extrañan las empanadas desde Houston.
_______________________________________________
Esto me lleva a revivir mi propia experiencia con la policía de Tucukstán, allá por fines de los 90s. Era domingo a la mañana, estaba yo en el comedor de la casa de mis viejos leyendo el diario cuando suena el timbre. Abro la puerta, y un gordo y un petiso -los dos con pistolas en mano- me dicen: "hacete un lado, dejá pasá". Les abro la puerta (no les puse alfombra roja porque no tenía una a mano) y les digo:
-"Adelante maestro, lleve lo que quiera"
-"No chango, nosotros somos policías. Queremos pasar porque una vecina denunció un asalto. Estamos de civil porque somos del comando radiolétrico Los delincuentes están todavía por los techos. Cómo llegamos al techo?"
Bastante aliviado (pero no del todo, usaban las pistolas como una extension de las manos, señalando todo con el caño) les indico el camino hacia la escalera caracol sin baranda que conduce al lavadero y a mi habitación, en la parte de arriba de la casa. Suben los muchachos y cuando llegan al techo comienzan a apuntar de semirodillas hacia los cuatro puntos cardinales (Nota3: despues me enteré que el asalto ocurrió a las 7 de la mañana, los policías llegaron a mi puerta a las 10:oo am). Luego de 10 minutos de maniobras sacadas de una serie policial barata de los 70s, al ver que no lo único que había en el techo era un par de pelotas de media, dice el petiso:
-"No te hagás drama, ya no le van a quedar ganas de aparecer por acá. Vamos Gordo."
Bajo las escaleras y casi llegando a la entrada de la casa me llama la atención no ver a los oficiales detrás mío. Regreso al pie de la escalera y escucho a uno de ellos:
-"No mirés para abajo, agarrate del centro y no mires para abajo"
Les pregunto si está todo bien. El petiso responde desde arriba:
-"Sí, lo que pasa es que mi compañero sufre de vertigo... Gordo, culiao, bajá, estás haciendo quedar mal a la fuerza"
El gordo, empapado en transpiración, no podía emitir sonido alguno. Estaba inmóvil abrazado al corazón de la escalera. No podía avanzar del primer escalón.
-"Gordo, no mires para abajo. La clave es no mirar para abajo."
A todo esto, la indignación del petiso se vuelve hacia mí:
-"Chango, cómo no le van a poner una baranda a la escalera?.. que no dormí acá vó, como hacé cuando llegá a la noche en pedo?..
META GORDO CAJETA!!!"
Media hora le llevó a este "oficial" descender la escalera. Quizás la misma cantidad de tiempo que le llevó prepararse para ser policía.
Ahora... qué me cuentan del calor en Oslo?
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
Muy bueno, Ramiro. Creo que todos tenemos anécdotas similares con las distintas policías en Argentina. Creo que está muy relacionado con lo que vengo diciendo por acá sobre el tema.
ReplyDelete¡Muy bueno, porque así es mi querida provincia!
ReplyDeleteRamiro y Luis: se harían ricos escribiendo un libro en tucumano básico, que sería muy elogiado como obra del realismo mágico de la novela latinoamericana. Les falta, para convertirse en grandes y célebres novelistas, un toque izquierdoso que queda de lo más bien. Como por razones de edad no creo que puedan decir que fueron militantes contra la dictadura, podrían jurar que eran combatientes de La Tablada.
Espectacular Ramiro!
ReplyDelete