Relacionado con mi pregunta de hace unos días y con lo que vengo leyendo últimamente sobre el inevitable fin de fiesta, me llamó la atención la columna de Carlos Pagni de La Nación de hoy sobre las complicaciones de la otrora rutilante campaña de la esposa de Kirchner.
Insisto, ¿le puede costar la presidencia?
Contratiempos del nepotismo. Si no fuera porque se trata de su marido, cualquier asesor de campaña le estaría aconsejando a Cristina Fernández alguna estrategia para tomar distancia de Néstor Kirchner. La candidatura del oficialismo está sometida a turbulencias insoportables por el fuego amigo que recibe desde el entorno presidencial. Pero a la senadora le está vedado, al menos por ahora, fijar su posición frente a los escándalos que se suceden.
La última descarga se desató el viernes. Kirchner y sus pingüinos regresaban a Río Gallegos después de meses. Iban todos. Habían previsto para el chárter un aire épico capaz de evocar aquel vuelo de Alitalia que devolvió del exilio al general. Faltaban Carlos Menem y Chunchuna Villafañe. Entre otras cosas, claro. Odiosas comparaciones.
Terminó todo en un desastre, con una horda opositora acorralando a Daniel Varizat, y él, el más odiado del pueblo, huyendo con su camioneta por sobre los cuerpos de los atacantes. Todavía no habían salido de escena Guido Antonini, Claudio Uberti y sus valijas bananeras.
Cristina está ganada por la certeza de que todo sale mal. El acto del Luna Park, el martes, anticipó otros chisporroteos. La clientela peronista impuso la marchita en diez oportunidades. Tres veces tapó la voz de la candidata. Al radical Julio Cobos no lo dejaron en paz hasta que mencionó a Juan Perón.
Es cierto: todo sale mal. Ni siquiera se pudo montar el comando de campaña en el exquisito piso que le alquilaron a la senadora en Libertador y Ocampo. Los vecinos de la torre la disuadieron sin que mediara palabra: pusieron cámaras de TV y un registro para las visitas en la planta baja. Ahora sólo esperan que el personal de seguridad de Presidencia pase a retirar los muebles de oficina con que se había equipado el departamento.
Vamos Ripoll!
ReplyDelete