Aplica perfectamente a la Argentina. El nivel de corrupción es directamente proporcional al grado de discrecionalidad de los funcionarios:
The more influence politicians have to sell, the higher a price they are able to command.
The only solution to this problem is to take power away from politicians. The way you do that is to keep the federal government powerless so that everything not listed in the Constitution is done on the state level. People can pay more attention to more local government, and if it gets really bad, they have the option of switching to a different state's government (by moving).
Politicians will always try to sell their influence. You keep it down to a dull roar by keeping them as powerless as possible.
That means doing less through politics and more through markets. This is good for markets, too, because it forces government to look more to their customers and less to politicians.
La regla de oro de la burocracia argentina es multiplicar las prohibiciones para multiplicar las oportunidades de vender los permisos.
ReplyDelete(Marco Denevi)
Genial el artículo, pero ¿cómo se aplicaría la teoría en Tucumán, en donde el gobernador Don José, es empresario al mismo tiempo (concesionarias de autos, empresas contructoras, etc., etc.). O sea, en donde una persona o un grupo es a la vez gobierno y mercado, y donde además la "gente normal" no puede destituir a sus funcionarios ni a sus jueces ni por votación ni por juicio político? ¡Que problema!
ReplyDeleteSanto Tomás de Aquí No, tema muy complicado. El Tucumán de Alperovich o la Argentina con Kirchner son regimenes corporativistas. Se trata de una ecuación de suma cero, no hay generación de riqueza, sólo su transferencia. Unos cuantos “empresarios” allegados al poder se enriquecen a costa del resto de la sociedad.
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