Jan 21, 2009

Turba

Debo admitir que siento un rechazo visceral por los actos multitudinarios de todo tipo. Me caen mal hasta los recitales de música popular. Para mí son sinónimo inequívoco de falta de instituciones y democracia rousseauniana.

Yendo a un plano más intimista que las grandes manifestaciones partidarias y de la CGT durante los Gloriosos 80s, me acuerdo del espanto de las “marchas de antorchas para la juventud” que organizaba frente a la iglesia el sacerdote católico del pueblo donde vivía de chico.

Los actos de carácter político y partidario me producen un asco muy especial. Me resulta incomprensible que sigan teniendo lugar en un mundo de comunicaciones instantáneas, con televisión las 24 horas e internet. En el fondo, no se trata de otra cosa que de demostraciones de fuerza destinadas a amedrentar a los rivales.

Las elecciones se ganan con los votos, las causas se apoyan con el bolsillo o con el lomo, no haciendo presencia un par de horas en un acto, marcha o demostración.

Anoche escuchaba en un noticiero que muchas de las casi dos millones de personas que asistieron ayer a la toma de mando de Obama fueron financiadas por ONGs y otras organizaciones con vínculos al Partido Demócrata, que corrieron con los gastos de transporte, viáticos y en muchos casos hasta la vestimenta.

¿Se trata de la versión primer mundo de los colectivos de gente por el chori y la coca de Argentina o estoy exagerando?

4 comments:

  1. Todos los totalitarismos fueron de masas y muy populares.

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  2. Hay mucha gente que no puede vivir tranquila sin el calor de las masas a su alrededor.
    Yo coincido, soy bastaaaante misantropo.

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  3. Las ovejas se asustan sin un pastor que las arree.

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  4. No hay comparación posible. Esta manifestación fue una celebración, no un acto de fuerza del gobierno.

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