Tras la muerte de Alfonsín hubo un largo debate en el blog acerca de sus virtudes y defectos. Yo me hallé entre los que destacaron a los últimos, recordando que muchos se habían olvidado de lo parecido que el gobierno de Alfonsín había sido al de Kirchner en muchos aspectos. También varios citamos la participación de Alfonsín en el golpe de fin de 2001 al presidente de su propio partido. Recuerdo que Ramiro consultó acerca del rol del pseudo-prócer de Chascomús en el golpe.
Hoy en la nota al engendro industrialista De Mendicurren, el periodista recapitula al final y nos devela un poco más acerca el rol del venerado Raúl Ricardo en esas horas funestas.
"...Aprovechó cada oportunidad que pudo para hablar de su experiencia como ministro de Duhalde (reveló que la propuesta le llegó primero en boca de Raúl Alfonsín), elogiarse a sí mismo por su gestión y desmentir que fue el padre de la pesificación (destacó que hubo una ley votada por el Congreso) o uno de los beneficiarios de esa medida ("me afectó porque yo había vendido un departamento", dijo). "Me tienen que hacer un monumento, no una puteada", exageró.
Alfonsín deseaba destruir a toda costa todo lo que representaban los ´90s; convertibilidad con el dólar, amistad con EE.UU., privatizaciones, apertura económica, debilitamiento de la burguesía nacional industrial y Cavallo, considerando además que lo que se venía como alternativa era una baja del gasto público, en particular en la Santa UBA, refugio de los radicales de poca monta hasta los 40 años, y hasta una posible dolarización. Era el momento del olvidarse cualquier escrúpulo (si alguna vez tuvo uno) y voltear entre gallos y medianoche al presidente de su partido para salvar a los vivos de siempre: los políticos, los industriales y otros amigos "empresarios".
Alfonsín, que en paz no descanse.
Alfonsín deseaba destruir a toda costa todo lo que representaban los ´90s; convertibilidad con el dólar, amistad con EE.UU., privatizaciones, apertura económica, debilitamiento de la burguesía nacional industrial y Cavallo, considerando además que lo que se venía como alternativa era una baja del gasto público, en particular en la Santa UBA, refugio de los radicales de poca monta hasta los 40 años, y hasta una posible dolarización. Era el momento del olvidarse cualquier escrúpulo (si alguna vez tuvo uno) y voltear entre gallos y medianoche al presidente de su partido para salvar a los vivos de siempre: los políticos, los industriales y otros amigos "empresarios".
Alfonsín, que en paz no descanse.
Estoy de acuerdo, apoyo a Duhalde a un a costa de destruir a su propio partido...
ReplyDeleteCuidado con los hermanos Rosato.
ReplyDeleteUn asco de gente en serio. Voltearon a De la Rúa porque se negó a salir de la convertibilidad, entre otras cosas.
ReplyDeleteTal vez lo más interesante de todo para entender la perversidad de los mecanismos mentales argentos sea que en lugar de considerarse los responsables directos del primer golpe de estado civil de la historia del país, de la mayor debacle económica en cien años, con violaciones masivas de contratos y un tendal de pobreza y marginalidad, los tipos se imaginan próceres, salvadores de la patria, merecedores del agradecimiento eterno del resto de los argentinos, los mismos que dejaron en la miseria.
Yo no lloré para nada su muerte.
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