No hay mejor éxito que un buen fracaso:
El argentino cava su propia fosa, se surte a sí mismo con golpes certeros cuando intenta salir y vive de alguna oscura manera como una virtud su padecimiento. Es frecuente que logre presentar, frente a sí mismo y frente a los demás a su entrampamiento constante como la prueba de su excesiva conciencia o incluso de su superioridad. Pese a que no la pasa bien, tiene profusas ideas negativas acerca de los que no la pasan tan mal como él. El argentino (y esto se ve todo el tiempo) no sabe cómo vivir, su existencia es confusa y dolorosa, pero detalla con pseudo lucidez la inutilidad de toda terapia. El argentino adora las objeciones, los peros, los caminos a medias, incompletos, la duda eternizada como si fuera un deseo de conocer, cuando es en realidad una incapacidad de querer.
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