Regalito de despedida

Insisto, salvo un milagro, de esos que no suelen suceder dos veces, el proyecto de medios del kirchnerismo ya es ley. Yo estoy convencido de que el argento promedio ni siquiera se da cuenta de que se trata de un tema que va a condicionar el tipo de relación que existirá entre la corporación política y los ciudadanos comunes y entre el estado y el sector privado.

Como con la confiscación de los ahorros jubilatorios, a nadie le importa tres pepinos. Los argentinos están demasiado ocupados analizando las causas de la decadencia de EEUU y el desempeño de Obama como presidente como para tener tiempo de temitas menores como la libertad de prensa en su país.

Como explica Fernando Laborda en su columna de hoy en La Nación, para tener una idea bastante aproximada de lo que les espera, los argentinos no tienen más que ver lo que pasa en la Venezuela de Chávez.

Algunos conocidos me dicen que no es tan grave porque a partir del 10 de diciembre, el nuevo congreso dejará sin efecto por lo menos los aspectos más graves del proyecto.

Yo tengo mis serias dudas. El problema con este tipo de leyes es que tocan temas tan sensibles y otorgan tanto poder a la corporación política que después, en los hechos resulta imposible volver atrás.

Los argentinos tienen una amplia experiencia en el tema. Pasó en distintos períodos históricos con, por ejemplo, la entrega de las obras sociales a los sindicatos, con las estatizaciones del petróleo, de las empresas de servicios públicos, de las radios y canales de televisión y con la reforma de las universidades.

Me resulta muy difícil de creer que una vez que los políticos argentinos se encuentren en posesión de semejante poder tengan la grandeza republicana de renunciar a él.