[...] Durante muchas décadas los latinoamericanos comprobaron hasta la desesperación el desastre de los Estados-empresarios. En la Argentina estatista fundada por Perón, implacablemente continuada tras su desaparición, hasta finales de los años ochenta, resultaba más fácil adquirir un gato con dos cabezas que una línea telefónica: a veces tardaban diez años en concederla. Las empresas estatales, en todas partes, eran sumamente corruptas, operaban con gran torpeza, se atrasaban en el terreno tecnológico, estaban repletas de trabajadores innecesarios empleados por razones políticas, sin atender a méritos personales, y arrojaban pérdidas que debían ser afrontadas mediante asignaciones especiales del presupuesto general de la nación. [...]
Leanlo que es cortito, pase y no vuelva. Visto en el blog de Ricardo Valenzuela.
Hay que seguir insistiendo porque la próxima vez seguro que sale bien.
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