Mi reflexión

Podría ser una línea: la gente quiere esto.

Ahora bien, que el 50.07% quiera esto hoy, no quiere decir que lo quiera mañana ni que yo (o nosotros) tengamos que agachar la cabeza, callarnos y alinearnos detrás de esta mayoría circunstancial y transitoria.

La gente votó al gobierno porque tiene miedo a cambiar, producto de una mezcla de ignorancia y resignación, una mala lectura de la realidad y no se anima a cambiar de rumbo. Quizá no ve que éste sea un rumbo de colisión o si se da cuenta que va mal, no cree que con las alternativas planteadas todo vaya a ser mejor, entonces prefiere que el barco se hunda con este capitán, a lo sumo le da el beneficio de la duda. Me niego a creer que los verdaderamente convencidos del modelo pasen del 10 al 20%. Lo veo a mi tío, furioso menemista de los 90s, puteador compulsivo de Entel, Segba, etc... haberse convertido en Cristinista de la primera hora, y nunca cobró un peso de ningún gobierno. La famosa sociedad pendular.

La gente siempre necesitó una explosión, una crisis, ponerse el auto de sombrero, pocas veces, si es que alguna vez, se cambio de rumbo a tiempo. Mientras que la agonía sea lo suficientemente lenta como para que no provoque dolor y pueda ser digerida, no hay problema.

Otro tema es el enamoramiento de la gente con el socialismo, un poco más nacionalista, un poco más democrático, se pondrán la servilleta en la falda para comer, pero socialismo al fin. El arquetipo de sociedad para gran parte de los argentinos es el francés y no el norteamericano, y acá sí, al que no le guste Ezeiza. No veo una rebelión contra el poder del Estado, todos están enamorados del Estado y piden su intervención y protección, la discusión solo pasa por quien es el mejor estatista, el que tiene el cuchillo más afilado para redistribuir.

El pequeño paso que hubo por algo cercano al liberalismo en los 90s fue solo una medida de fuerza mayor ante el quiebre del modelo estatista, por años de desinversión y de utilización de las empresas del Estado como un seguro de desempleo. Las privatizaciones y el retiro masivo de (des)empleados que ñoqueaban en las empresas estatales que mutaron en kioskeros y remiseros, más el cierra de las fábricas ficticias que crecieron al calor del cierre a la importación, hizo que la gente asocie liberalismo al sálvese quien pueda, al desempleo, y a la desindustrialización. Eso quedó grabado a fuego en la sociedad, y va a tardar años en borrarse. Pero como sucede en el mundo árabe, la información que llega sobre el nivel de vida de los "países capitalistas" (vestimenta, autos, electrónica y servicios) va a hacer muy difícil aislarse como en la época del Falcon, el Torino, las zapatillas Topper o el televisor Aurora Grundig.

Como decimos siempre, mientras haya dinero, dólares, divisas provenientes de la exportación, seguirá la lenta agonía de la inflación/devaluación. Cuando haya un shock externo se derrumba el relato y el modelo, todo va a ser arrastrado dentro del agujero (negro) financiero de la ANSES. Con el bajo nivel de inversiones que trae aparejada una muy baja productividad por empleado, el Estado de Bienestar francés con el que sueña el argento promedio, es la olla al final del arco iris, inalcanzable. Lamentablemente "nuestro turno" va a venir luego de un nuevo fracaso estatista, hay que estar preparados para aprovecharlo y hacer las cosas bien.

Si Chile sigue el camino actual, en no mucho tiempo va a ser un país desarrollado y será el espejo en el que no nos vamos a querer mirar, pero va a servir para calibrar nuestro fracaso.