Continuando con la serie de paralelismos entre la democracia española y la argentina de los últimos treinta años: otro breve artículo de opinón de Gabriel Albiac. Habla de España, podría –con algunas variaciones que el lector sabrá hacer- estar hablando de la Argentina.
España hoy agoniza. Y no es la recesión —siendo, como lo es, la más
honda en la historia del capitalismo— lo que va a matarnos. Es la red de
infantiles leyendas, exhibida en el barato guiñol a cuya custodia hemos sido
entregados, la que nos aniquila. Sin una sola resistencia firme. Terminales ya.
Y resignados. Hace siete años que, desde
todas las instancias del poder, sólo se narran cuentos infantiles, bondadosos
cuentos, la peor literatura, esa que sólo busca sedar y hacer cada vez más
necio a quien la sufre. Es lo imperdonable. De los socialistas españoles,
conocíamos ya la automática capacidad para el delito. No imaginábamos que el capricho de un semiadolescente mental pudiera
trocarlo todo en parvulario. De zombis.
(…)
No hay leyenda inocente; funcional, sólo. Las del nieto del abuelo
bueno escalofriaban por su puerilidad a cualquier mente adulta. Pero eficaces,
lo eran. Revelaban, en su marcado anacronismo, una cabeza dislocada. No era eso
lo grave. Lo grave era que una fracción
relevante de la población española estaba lo bastante enferma como para
identificarse con eso. Un país cuyo imaginario sigue anclado en el desgarro
bestial de los años treinta y en el sordo rencor que vino luego, se abalanzó,
alegre, al abismo que aquel inconsciente le abría. Y, a partir de 2004, no ha
habido en la política española más que mitologías.
(…)
Y habrá de afrontar la realidad
que sepultaron (…) años de relato mítico. Será duro y sin lírica. Es la hora de
la prosa. ¡Ay de los que llaman política a su mala poesía!
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