Un engendro... que repugna a cualquier óptica esencial de la libertad.
Un proyecto de mordaza, propio de su obsesión por violentar la libertad de expresión en cualesquiera de sus formas... Un disparate del más profundo cuño calvinista, que sólo puede ocurrir en una Venezuela o en esta comarca, por ahora muy mal disfrazada de no ser una Venezuela.
Fue ella y sólo ella quien, paso a paso, fue diseñando este esquema de control dirigista de baldío.
Por cuanto es ella -¿quién otra?- la obsesionada por comandar lo que digan los medios de comunicación. Para eso, ya tiene varios “boletines oficiales”, empezando por Tiempo Argentino y Página 12, que son verdaderos bandos de la realeza, coloreados a su antojo en un molde laudatorio que destila un servilismo deleznable.
Podría decirse que, mucho más allá de Clarín -un medio inexcusable por haber estado absolutamente arrodillado a su servicio-, lo de ella es una enfermedad... Un enorme trauma de tipo paranoide, algo mucho peor que una caracteropatía.
Una excrecencia, diseñada casi como si fuera la hija putativa de la Ley de Medios aunque, armada por fuera -jurídicamente- de esta.
Su idea fija, cada mañana, es hablar de este tema.
Da náuseas. Sigue Aqui
Don Pero, ¿no se trata de un país más a la imagen y semejanza de la mayoría de sus habitantes?
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