Apr 17, 2012

Hubo cincuenta y cuatro festejos

Hoy, después de enterarme que el gobierno había decidido unilateralmente y a costa mía la expropiación de la principal empresa petrolera del país, salí a la calle. En el centro de Buenos Aires, Corrientes y Florida.

Me encontré con cien personas.

Diez de ellas estaban abrazadas, saltando, cantando y tirando papelitos al aire. Eran billetes de dos pesos que ya valen realmente poco. Festejaban impune e inconscientemente la estatización recién anunciada.

Otras diez personas, más tranquilas, miraban muy de cerca a las anteriores y sonreían con todos los dientes al sol. Se los veía realmente contentos, sin pensar quién tendría que pagar la fiesta que compartían. Creían que no iban a ser ellos.

En ese momento pasaron quince personas que no dieron muestras de querer ser parte de los festejos, pero se notaba que no estaban enojados y que, al contrario, se sentían satisfechos porque creían cual niños que el país ahora era más rico y poderoso.

Segundos más tarde, otros quince siguieron de largo haciendo bestiales esfuerzos para ocultar su apoyo a la expropiación. Sabían que eran parte de la decisión, ésta no los convencía demasiado, pero no estaban dispuestos a mostrar públicamente que sentían un poco de arrepentimiento por haber apoyado semejante brutalidad.

Inmediatamente se acercaron cuatro más formando un pequeño grupo de chicos bien vestidos y con mal aspecto. Eran evidentemente funcionarios públicos porque bajo el brazo llevaban proyectos de decretos tiránicos y despóticos que le presentarían al dictador de cada una de las áreas en las que trabajaban con sueldos de gerentes como contraprestación.

Al mismo tiempo, en la vereda de enfrente, otro grupo de veinte personas ponía cara de enojo y miraba el piso. Conversaban entre ellos queriendo demostrar su ira. Ellos nunca apoyarían estos métodos, decían. Era inaceptable que un gobierno expropiara una empresa como si fuera un señor feudal. Pero sin quererlo festejaban en silencio la etérea soberanía invocada como justificación, porque cada uno en su interior sostenía que un país que se precie de tal debe tener petróleo propio. ¿Propio de quién? No importa, el petróleo es de interés nacional ¿qué es el interés nacional? ¿Seré yo? No, claro que no, yo soy uno de los que paga.

Ya llegando al final encontré otras veinte personas conversando sobre indiferencias de la vida. El partido de fútbol del domingo, los gritos del jefe, el sándwich del mediodía y la modelo de la televisión. Nunca serían parte de la decisión del gobierno, ni de ninguna decisión, ni de ningún gobierno. No les importaba nada. Eran abstemios políticos.

Por último, una vez que pasaron las noventa y cuatro personas de las que les hablé, quedamos seis formando una especie de ronda. Éramos tres hombres y tres mujeres. Estábamos mirándonos a los ojos, casi llorando, con caras largas y angustiosas. Sabíamos cuáles eran las consecuencias de tanta locura. Sabíamos que las pagaríamos, antes o después. Sabíamos que la irracionalidad no es sostenible y que el largo plazo es dentro de veinte años, no de quince minutos. Sabíamos que con la puesta en escena del día de hoy se estaba endeudando nuestro futuro, el de nuestros hijos y seguramente el de nuestros nietos. Sabíamos muchas cosas, pero a nadie más le interesaba. Cincuenta y cuatro festejaban. Cuarenta eran casi indiferentes. Seis nos preocupamos.

Teníamos que seguir trabajando, desarmamos la ronda. Nos saludamos con un abrazo conspirador y soñamos con abandonar el barco, pero no lo hicimos. Cada uno se fue para su lado a buscar algún calmante que le permitiera ver un poco de luz. No sé qué hicieron los otros cinco, yo escribí esto.

Nacho

7 comments:

  1. Un compañero mío de trabajo, gerente de multinacional, ingeniero mecánico, más de 50, inglés nivel nativo, primaria y secundaria en el St. Andrew's, muy viajado y leído... se fue a Plaza de Mayo a festejar. ¿Qué le queda al albañil o al cartonero del conurbano profundo?

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    1. Ojo que también están los que esperan llenarse de plata con la medida.

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  2. Nada. O ni se enteró, o no lo entiende, o no le importa. Por lo que ví en LA Matanza ayer y hoy, ni un afiche, ni un cartel, ni pancartas, ni pintadas, NADA.

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    1. Muy bueno lo de Nacho.
      Comparto con Andy, por acá, nada. Cuando preguntás qué opinan, "qué pasó con YPF?"

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  3. Nacho, me encanta tu relato, está hecho del mismo estilo que está escrito el libro del apocalipsis.

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  4. lo felicito! el comentario es brillante!

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  5. Gracias por el post y los comentarios!

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