No permitiremos que al que le sobre un peso lo convierta en dólares

Viene de acá.

Bueno, en otros gobiernos también ha habido control de cambios y qué se yo. La diferencia de la frase de Feletti, y que representa al núcleo del pensamiento kirchnerista, creo que está en la dialéctica de la cosa.

Un gobierno puede decir más o menos legítimamente, o al menos sin generar demasiado revuelo, que "se ve obligado a tomar tales y cuales medidas para detener la depletación de dólares del mercado" por ejemplo, o algún argumento acorde. Es una medida de gobierno, es una cuestión técnica. En todo caso, una elección política frente a otras posibles.

Pero estos hijos de un millón de barcos portacontenedores llenos de containers cargados hasta arriba de jarrones repletos de flores de putas, no. Estos van por la sanción moral. En la frase esa de Feletti hay una condena moral y un posicionamiento de ellos como defensores de la moral. La medida del gobierno no es técnica, es moral, convirtiendo a todos los que están en contra en inmorales, o con suerte en amorales. Deslegitima, y queda a un paso casi, de criminalizar una conducta que es a todas luces legítima como huir de una moneda mala para refugiarse en una menos mala.

Estoy harto de esta gente de porquería que me quiere imponer su moralidad. Moralidad estrábica y desmemoriada además: fue apenas en Junio (eones, en tiempos kirchneristas) que Aníbal Fernández le decía a Magdalena Ruiz Guiñazú "¡Compré dólares porque se me antoja, por eso! Hago lo que quiero con mi plata," también tiñendo todo de moralidad, pero esta vez (y a nadie sorprende ya) de signo exactamente contrario a la que actualmente esgrimen como un bastón con el que nos sacuden.

Los que hayan leído el 1984 de Orwell quizás recuerden los viandazos que pegaba la propaganda oficial del Ingsoc demonizando a Eastasia mientras se aliaba con Eurasia, para al poco tiempo hacer exactamente lo contrario negando y borrando de la historia la política anterior. Es esto mismo, exactamente. Me ha pasado de considerar a Orwell y a Rand como visionarios: varias de sus descripciones de 1984 y Atlas Shrugged son escalofriantemente ajustadas a la Argentina actual. Pero me fui haciendo a la idea de que no eran proféticos sino que simplemente entendían el funcionamiento de los lugares oscuros de la naturaleza humana sometida a regímenes colectivistas. Mucho de lo que decían ahí, hace bastantes años, está sucediendo aquí, ahora. Y no es casualidad. Si las cosas fallan no es por el contexto mundial. No es por la impericia de los ejecutores. No es por la malignidad o la estupidez de la gente que necesita reformarse para parir al hombre nuevo. Es el modelo, estúpido.