Mi recuerdo más lejano

El post de Mike@ sobre la muerte de Kennedy gatilló, no sé por qué extraña asociación, el recuerdo más lejano que tengo de mi infancia. Fue el del bombardeo a la Plaza de Mayo del 16 de junio de 1955.

Tenía poco más de 3 años y me acuerdo perfectamente el ruido de los aviones y de las explosiones de las bombas. Estaba con mi madre en casa y, cuando se sintieron los primeros bombazos, me alzó en brazos y me llevó a la terraza de casa donde fueron llegando otros vecinos del edificio. Vivíamos cerca de Córdoba y Pueyrredón, nuestro edificio tenía 9 pisos y era alto para la época y la ciudad era mucho más baja. Se veía perfectamente el cielo hacia el centro donde volaban los aviones y había columnas de humo oscuro. Los grandes, como se decía en esa época, se dieron cuenta que estaban bombardeando la casa de gobierno y gritaban como locos. Me acuerdo de un vecino que no paraba de gritar: ¡Viva Perón, carajo! mientras otro lo insultaba de arriba a abajo.

Mamá empezó a llorar desesperada porque mi padre trabajaba en el Ministerio de Hacienda al lado de la Rosada y estaba ahí. Yo me asusté mucho por el ruido de las bombas y por la desesperación de mi mamá, aunque no entendía bien qué pasaba. Mamá se puso a rezar y a llorar al mismo tiempo conmigo en brazos y me apretaba tan fuerte que me dolía.
Recuerdo que todo el mundo estaba como loco porque no sabían bien qué pasaba, piensen que no había radios portátiles ni teléfonos móviles, así que en la terraza nadie sabía qué ocurría.

Tengo nítida la imagen de un avión picando y remontándose luego de una gran explosión. Empecé a llorar entonces porque entendí que mi papá estaba ahí, donde caían las bombas, y yo veía que salía mucho humo. Después de un tiempo que no puedo decir cuánto duró, el bombardeo terminó y solamente se veían varias humaredas.

Bajamos al departamento y mi madre trató de comunicarse con la oficina de papá, pero sin resultado. Mamá prendió la radio y seguía rezando y llorando. No me acuerdo qué dijeron, pero empezaron a llegar otros vecinos a consolarla a mamá y me llevaron a mi cuarto para que jugara y comiera porque no había almorzado.

Me puse a patalear y hacer berrinches hasta que me dejaron estar con mi madre. Esa tarde, bastante después, escuchamos un alboroto en la escalera de casa y entró papá con un compañero de oficina. (Pucha, me emociono y se me caen las lágrimas al recordarlo), todo transpirado y con el traje manchado con tierra y polvo. Por esas cosas locas de la mente, me acuerdo que noté que papá tenía el nudo de la corbata aflojado y la corbata (la estoy viendo en mi cabeza) torcida, eso me pareció rarísimo porque mi viejo era un dandy. Se abrazó con mi madre y conmigo y nos dijo: tranquilos, no me pasó nada, estoy bien, estoy bien. Yo lloraba de felicidad y mi vieja le agarraba la cabeza y le daba besos y besos por toda la cara.

Contó que la primera bomba que cayó en la Plaza hizo volar los vidrios de su oficina, que bajó junto con otros muchos y se tiraron cuerpo a tierra detrás de las columnas del Ministerio. Cuando el bombardeo hizo una pausa y parecía que los aviones se alejaban, su amigo y él rajaron por Balcarce y que no habían corrido ni dos cuadras cuando empezaron a bombardear de nuevo. Papá dijo (lo estoy escuchando y viendo): "entonces dijimos, patitas para que las quiero y no paramos de correr hasta llegar a casa".

No tengo ningún otro recuerdo de esa edad que sea más nítido que éste.

Si alguien se anima, lo invito a contar su recuerdo más antiguo (a mí me va a parecer moderno).