El punto de vista de Sergio Flores, otro lector de lujo del blog, sobre el Inca Kola-gate. No se puede creer:
OK, esto se refiere a Chile, así que meto mi cuchara.
Me pongo en el lugar del escritor peruano y casi lo entiendo. Su actitud, y la de muchos peruanos, es que si capitales extranjeros deben entrar al Perú, que no sean de Chile, y si la Coca-Cola tiene que llevarse la fábrica a otro lado, que sea a cualquier parte menos a Chile. Ya Perú armó gran lío gran por una fábrica de fideos chilena que se construyó en Lima (con coimas a Montesinos y videos, como en las películas de espías), a unos metros de 3M y de otra empresa estadounidense. Los vecinos alegaron que la planta chilena dañaba el ambiente de reserva natural del lugar (donde estaban al menos esas otras dos empresas y a cien metros de una autopista de cuatro carriles) y sacaron a los chilenos que les iban a matar a las aves y la flora. Ahora los de la Coca-Cola se largan con su bebida emblema para las tierras de los rotos ladrones, esos que saquearon Lima y se robaron todo y que ni siquiera pelearon la Guerra del Pacífico porque todo el mundo sabe que esa guerra la peleó y la ganó Inglaterra. A veces los mitos son lo único que le queda a la gente para poder soportar el diario vivir y el peso de la historia.
Honestamente no soy partidario de que empresarios chilenos pongan su dinero en países tan inseguros como Perú, Bolivia, o Argentina. Ya las inversiones billonarias chilenas en Argentina se fueron trasquiladas hace unos años (la pérdida se estimó en 3 mil millones de dólares de los 10 mil millones invertidos allende Los Andes) aunque tarados como Horst Paulmann todavía suspiran cuando Kirchner los insulta públicamente. El monto en Perú es de unos 5 mil millones de dólares. Tarde o temprano un revolcón nacionalista peruano y a quemar banderas chilenas (ya ha pasado en los tres países vecinos), a apedrear negocios de capitales sureños y a nacionalizar. La movida de Coca-Cola (capitales Yankees, horror!) tiene sentido de negocios inmediato, pero ignora las sensibilidades irracionales de un sector importante del Perú que aún quiere revancha por guerras pasadas y perdidas.
Me gustaría poder reírme de la situación, pero es difícil. De acuerdo a un programa peruano de TV que vi en Youtube, cada seis meses cruzan a Chile 500 mil peruanos buscando trabajo; se quedan una semana, se vuelven unos días y cruzan de nuevo. La relación con nuestros vecinos es complicada. La irracionalidad está a la vuelta de la esquina: Bolivia prefiere no vender gas antes que venderlo por Chile, para que Chile no se beneficie también. Argentina prefiere no venderle gas a Chile y comprarle gas carísimo Bolivia. Y Perú se queja de todo: del límite terrestre, del límite marítimo, de los fideos, del pisco, del armamento chileno, del trato a los inmigrantes, del suspiro a la limeña, y ahora de una soda dulzona con gusto a chicle. Aunque parezca alarmista, si la cosa empeora seriamente en Argentina y no chorrea la prosperidad en Perú, más de uno va a mirar hacia el vecino y a descubrir que ahí hay un enemigo externo perfecto para distraer a la opinión pública y ganarle apoyo al gobierno de turno. En ese caso sí que nos va a ir lindo: todo el trabajo de décadas se puede ir por la borda.
Hay decisiones que pasan por sobre lo económico. Coincido con que la reacción chauvinista peruana es negativa, pero hay que tenerla en cuenta. Hubiese preferido que Coca-Cola dejara la Inka Cola tal cual como está y donde está. Si los vecinos nos detestan tanto, también deberíamos sacar nuestro dinero de donde no somos bienvenidos. Como ya antes alguien lo dijo: Que se jodan.
Sergio Flores
Chile debería inundar todas sus fronteras. Así se convierte en una isla y dejan de romperles las bolas sus tristes vecinos.
ReplyDeleteUna cosa como la California de la campaña del Goldwater.