Feb 19, 2009

El deporte, las chicas y yo (I)

Cuando era chico me gustaba jugar al fútbol, andar a caballo y cazar. Imagino que la afición por los caballos me venía de familia ya que mi madre siempre decía que su suegra era una yegua (mi abuela) y su cuñada (mi tía) tenía cara de caballo. A mi padre, el gusto por los equinos se le manifestaba en que era un buen jinete, le gustaban las carreras en San Isidro y me llevaba al Campo Hípico Militar en Palermo a ver partidos de polo. Él me enseñó a montar, a reconocer el pelaje de los caballos y a distinguir entre las diferentes razas de caballos y yeguas, como dirían hoy los progres. El gusto por las armas y la caza también me lo transmitió él, quien hacía especial hincapié en que no se salía al campo a matar cualquier cosa sino solamente lo que íbamos a comer. Al comienzo, estos principios cinegéticos me provocaron algún desconcierto ya que, si era para comer, yo prefería cazar una ternera a tener que tratar de pegarle a una perdiz al vuelo, pero poco a poco fui entendiendo a qué se refería mi padre y a tomarle el gustito a la caza deportiva.

En los deportes que practiqué fui siempre un entusiasta jugador, pero mediocre. Un día llegué a la conclusión de que solamente me destacaría en aquellos deportes que no podía practicar por falta de dinero, tales como el yachting y el polo. Convendrán conmigo en que esta conclusión era una forma muy sutil y elegante de proteger mi ego. Con la certeza de que nunca ganaría el Abierto de Polo de Palermo ni la Regata Bs. As.-Río -no porque fuera un inútil incapaz de acertarle a una bocha o por mi temor a las aguas profundas sino debido a la carencia de medios materiales- en vez de frustrarme, me dediqué alegremente a los deportes a mi alcance. Seguí con el fútbol y llegué a ser el arquero del seleccionado del colegio, lo que no está mal para un mediocre.

A medida que fui creciendo, curiosamente, fui cambiando (no sé si les pasó lo mismo a Uds.) y, cuando jugábamos con público femenino a la vista, algunas atajadas relativamente sencillas se transformaban en vuelos de palo a palo que, lamentablemente, a veces terminaban en gol por mi estupidez en lucirme. Pero cuando me salían bien, las chicas se ponían chochas y yo crecía unos centímetros aunque mis compañeros me putearan en arameo (tenía compañeros cultos) por “mandaparte”, como se decía entonces. Ahí tomé conciencia de que la admiración femenina era un poderoso motor para mí.

Aclaro que los adolescentes de mi época se las veían en figurillas para enganchar a una niña y había que aguzar la imaginación al máximo ya que la competencia era dura. Al mismo tiempo, había que evitar parecer un desesperado porque las minas rajan como gacelas ante los desesperetis. Los que tenían mucha pinta no tenían problemas porque las minas venían solas. En mi caso, ¿recuerdan a Paul Newman cuando era joven? Bueno, yo no era ni parecido y como la cirugía estética me hubiera costado carísima, me dediqué a desarrollar mi intelecto, la personalidad y la labia para volverme atractivo para las chicas. Como desde chico he sido muy lector, mis padres nunca me retacearon dinero para comprar libros. Me compré los libros fundamentales para poder tener temas de conversación con las susodichas acerca de los asuntos que, me parecía, les interesaba. Por tanto, me volví especialista en leer las manos, en astrología (era fundamental saber el signo ascendente), en tirar las cartas y, sobre todo, en escucharlas hablar. Algunos intelectuales podrán pensar que las chicas que conocía eran un tanto estúpidas, superficiales o muy brutas y, tal vez, tendrán razón, pero varias estaban muy buenas y esto era lo que a mí me atraía a esa edad. Por otra parte, escucharlas me hizo saber rápidamente que JAMÁS podría entenderlas, conocimiento éste que me evitó algunos disgustos en los siguientes 40 años de vida.

Aprovechando que el teléfono no era medido y que se podía hablar horas con el único peligro de la puteada materna, a las que eran más sensibles les recitaba poesías que iba leyendo de un libro llamado “Titanes de la Poesía Universal”. Previamente, llevaba a cabo una prolija selección de la poesía más adecuada para la señorita en cuestión, dado que lo que emociona a unas, no les mueve un pelo a otras. Así empecé a aprender psicología y análisis literario. Dependiendo del grado de incultura poética de la oyente hasta he llegado a leerle poemas de Amado Nervo o Rubén Darío tratando de poner voz romántica. Sí, realmente he llegado muy bajo, lo reconozco, pero hay que entender la situación.

Para situarlos en el contexto adecuado debo recordarles que, en esa época tan trabajosa, un porteño sano de entre 15 y 17 años a lo máximo que podía aspirar era a franelear (búsquense un diccionario de arcaísmos) un poco con las chicas, a menos que se pusiera de novio y en ese caso, con mucha suerte luego de unos seis meses lograba meter la mano debajo del corpiño corriendo el riesgo de ligarse un cachetazo. Les podrá parecer increíble a los jóvenes, pero así eran las cosas. Cuando pienso en la cantidad de energía consumida en esos empeños, ¡LOS REVIVO CON UNA GRAN SONRISA PORQUE VALIERON LA PENA! ¡ESO ERA TURISMO AVENTURA EN SERIO!

En ese entonces, las chicas se dividían en dos clases: las serias y las locas. Las serias incluían a la inmensa mayoría que habían sido educadas para decir la escala musical de la siguiente manera: Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, NO. Las locas eran las que decían SÍ cada muerte de obispo. Si había otras clases de chicas, no las conocíamos. A juzgar por los cuentos que traían los lunes al colegio, empecé a preocuparme de que a mí siempre me tocaban las serias y a mis compañeros las locas. El hecho de que nunca ligaba una ni por asomo hizo que le comentase este fenómeno a mi padre ya que, como él conocía a mis compañeros, supuse que podría ayudarme. Mi padre me escuchó atentamente y me dijo: “Tenés que hacer lo mismo que hacen ellos, mentí a lo bestia”. Mi padre era un hombre sabio porque la verdad es que todo el mundo corría la coneja y nos inventábamos unas historias propias del estado de calentura permanente en el que vivíamos. Este hecho recién fue admitido por los más recalcitrantes durante la reunión de exalumnos cuando cumplimos 30 años de graduados. ¡La verdad tarda, pero finalmente se impone!

Los tipos como yo, o sea los educados como giles caballerescos, teníamos un código de honor con dos reglas muy claras: las novias de tus amigos no existen y no jugar con los sentimientos de una chica. La primera parte era bastante simple de cumplir, a menos que la chica dispusiera lo contrario y era ahí dónde se veía a los amigos de verdad. Eran pocos. La segunda regla implicaba evitar decirles “te quiero”, a menos que fuera cierto. Este código tranquilizaba nuestras conciencias, pero no quitaba la calentura. Colijo que las más inteligentes de las chicas algo sospechaban cuando uno les decía que las tenía en alta estima o que las apreciaba bastante, pero bueno, ¡siempre ha habido mujeres más listas que otras!

En mis planes para enganchar chicas, el deporte fue utilizado ampliamente. Por ejemplo, acostumbrado a tirar con fusil y escopeta desde los 12 años, en las kermesses (ver arcaísmos) de los colegios los juegos de tiro al blanco, con rifles de aire comprimido o con dardos, eran pan comido. Para mi sorpresa, por causa de algún atávico instinto, las chicas se quedaban impresionadas por mi puntería y muchas me pedían que les enseñara a tirar. ¡Tatáaan, Tatáaan! ¡GRAN OPORTUNIDAD! En una época donde el contacto físico con las chicas era bastante complicado, esto constituía una excelente ocasión de estrecho contacto, pero sufría como un perro por miedo a que se notara lo nervioso que me ponían…Los varones de mi edad me entenderán; las mujeres mayores de 18 años también…Tardé varios años en darme cuenta que para ellas también era una excelente ocasión y que, en realidad, aprender a tirar les importaba un pepino.

(Parte II)

21 comments:

  1. Como todos tus cuentos,tienen dos virudes principales: están muy bien contados, y para los de cierta edad, nos hacen revivir tiempos idos (tengo 55 años).

    ReplyDelete
  2. Enmascarado, como disfrute leyendo tus recuerdos!!!! gracias.. como dice Julio para los de cierta edad y de Baires tus cuentos tienen sabor a infancia gozada... un detalle? yo fichaba en el bar del YCA San Fernando al volver del rio y despues todos colorados por el sol terminabamos en Don Bosco a las 9 de la noche.. eso era casi tan cheto como el boliche de moda en el momento...
    Y no se en que equipo jugabas vos, pero espero que fuera en SIC (mis vecinos) Si no estarias en el equipo contrario...
    Una vez mas: gracias por los recuerdos... Hoy tuve un dia bastante frustrante y terminarlo con una sonrisa y recuerdos de la infancia lo cambia por completo!

    Adolescentes del Champa... que nabos!! (con todo respeto señores..) les tomé fobia en masa.. primera fiesta de mi vida... yo alta para la edad... se me acercan tres: un lider y dos acolitos... camisas a rayas rosa y blanco, abiertas lo suficiente, etc, etc, etc, etc (look champa) "queres bailar?" "dale" "espera que busco una escalera!! jajajajaja" "jajajaja" corearon los acólitos... casi, casi lo mato al enanito que se creía lo más concheto del planeta!! en eso vino un lungo del Manuel Belgrano y como un auténtico duque me invito a bailar con él... nunca más lo volvi a ver, pero recuerdo su nombre, su cara y su amabilidad..

    Mr. Masked, que recuerdos... jajaja.. gracias!

    ReplyDelete
  3. Esimado Julio, te agradezco los elogios y, como sus contemporáneo mío, sabés que lo que cuento es tal cual sobre todo acerca de cómo corríamos la coneja. ¿O no?

    Dolores, gracias por tus siempre amables palabras. Lamento decirte no jugaba en la gloriosa Zanja, pero tampoco fui del insoportable CASI de mi época lleno de matones que te atacaban en patota. Me acuerdo de cierto tipo de apellido alemás que era la encarnación del espíritu antideportivo.

    Por casualidad, ¿no jugabas al hockey? Mirá si nos hemos conocido. Coincido en que los champa boys (con algunas excepciones honorables) era unos nabos de cuarta.

    Gracias de nuevo

    ReplyDelete
  4. un poquito de hockey en el Jockey... pero mi actitud ante el hockey fue la misma que vos ante el polo... jajaja...

    ReplyDelete
  5. Dolores, ¡yo también era y sigo siendo del Jockey! ¿No serás una prima mía del Michael Ham?

    ReplyDelete
  6. Se hizo esperar, pero... Qué placer, hombre!
    Genial, me hizo reir un montón y tiene los códigos de comicidad de un profesional del stand up.
    Congrats! Y gracias por el buen momento :)

    ReplyDelete
  7. Que buenos recuerdos, que envidia!!

    ReplyDelete
  8. Muy bueno, Enmascarado, para mí es doblemente agradable porque me reecuerda nuestras charlas en las que tantas veces hemos hablado de los temas que tocás en el post: colegio, fiestas, club, rugby y chicas (en realidad,decíamos minas). Hasta me parecía oir tu voz contando la historia.
    El rugby es mucho más que un deporte ¿Te acordás cuando el año pasado me llamaste desde Madrid para comentar la actuación de los Pumas en el mundial?
    Te mando un gran abrazo.

    ReplyDelete
  9. Un lujo, Don Enmasca, como siempre. Queremos más.

    ReplyDelete
  10. Enmascarado, no.. no soy tu prima... no fui al Miguel Jamon... sorry! Pero puedo adoptarte como primo... tengo hermanos postizos y tios postizos... bien puedo tener primos postizos, no?

    :-)

    ReplyDelete
  11. Muy bueno, franelear no es un verbo viejo (¿o yo soy viejo?)

    ReplyDelete
  12. Un deleite. Lo mejor: "pero esa es otra historia". O sea que hay más.

    Las estamos esperando!

    ReplyDelete
  13. Te lo digo en dos palabras ¡Ex celente!!
    Tal cual, así lo viví yo también en mi juventud.
    Para cuando el libro??
    Abrazo

    ReplyDelete
  14. Te lo digo en dos palabras ¡Ex celente!!
    Tal cual, así lo viví yo también en mi juventud.
    Para cuando el libro??
    Abrazo

    ReplyDelete
  15. Jefe, lo felicito por la prosa, encima me trajo unos flashbacks que casi me matan.
    Para lo que pueda servir hoy (léase: nada) le aporto un tip que supo darme resultados:
    Enseñarles a batear en béisbol a las voluntarias.

    Dicen que hoy primero se las conoce (en sentido bíblico) y después se entera de su nombre (si no da nombre falso) pero estoy demasiado passé para estas modernidades.

    ReplyDelete
  16. No sé por dónde empezar a agradecer los generosos comentarios que han hecho, así que empezaré por las damas:

    Fiura: muchísimas gracias, me alegra que te hayas reído porque ése es el primer objetivo de mis post, lograr que se diviertan un rato. Lo de profesional del stand up también es cierto si lo decís en el sentido del plantón. ¡Podría hacer un post de las veces que una mina me dejó plantado (no la misma mina, sino distintas minas)!

    Dolores: me alegra que no seas esa prima mía del Michael jamón porque ella es hija de mi tía con cara de caballo, pero en versión un poco mejorada gracias a su padre que es un burro. Y yo a vos te imagino mona y a todos los del blog nos consta que sos inteligente y simpática.

    Carlitos: muchas gracias amigo mío, me alegra mucho que me hayas evocado y temo que en nuestras charlas no sólo decíamos minas sino que agregábamos algunas anécdotas y reflexiones que harían enrojecer a un oficial tártaro.

    Confieso que estuve tentado en algún momento de agregar alguna anécdota tuya sobre una yegua que supiste montar, pero me abstuve. (Aclaro a los amables lectores que Carlitos es un consumado jinete y que me estoy refiriendo a un equino y no a alguna potra aunque también las tuvo...)

    Louis: muchísimas gracias por pedirme más. Es lo mismo que me pasaba con las minas, pero ellas lo decían en un tono enojado como si no hubieran alcanzado su objetivo.

    Rubén: muchas gracias por haberme ovacionado de pie, pero como sos mi amigo, la próxima vez puedes ovacionarme sentado simplemente.

    Blogo: muchísimas gracias. Lamento no poder responder tu inquietud, pero te sugiero una prueba: si podés realizar la acción que implicaba franelear ¡ESTÁS HECHO UN PIBE!

    Ramiro: como siempre muy amable conmigo,gracias, pero estás hecho un insaciable! ¡¡¡ME ALEGRO MUCHO!!!

    Pablo: gracias por tu amabilidad de postear dos veces tu comentario.

    Gracias por postear dos veces tu comentario.

    Es reconfortante saber que alguien más tuvo vivencias parecidas a las mías en su juventud. Si vos también le preguntaste lo mismo a tu padre respecto a las minas y te respondió lo mismo que el mío, digo yo, ¿no seremos hermanos? Probablemente ambos hayamos tenido padres sabios en esta materia.

    Respecto a lo del libro, me emociona creer que creas que puedo escribir uno y lo agradezco profundamente. Gran abrazo.

    Klausbert: le agradezco mucho sus palabras de elogio y espero haya disfrutado de sus flashbacks y le rogaría los compartiese con nosotros, especialmente si tratan de minas. Su trick (más que tip) acerca del uso de un bate de béisbol hace que lo coloque, si me permite, en el podio de los hombres de recursos originales que tanto admiro.
    ¡Ud. es un profesional!
    Me explico, la enseñanza del tiro al blanco es una actividad más bien estática. Por el contrario, el uso del bate requiere mover el cuerpo (el suyo) acompañando el movimiento de la bateadora hasta el finish, lo que abre un extenso abanico de posibilidades al poder mover el bate hacia atrás y hacia adelante repetidamente. Nunca se me ocurrió esa técnica magistral.

    ¡¡¡UD.ES UN GENIO!!! CHAPEAU!

    ReplyDelete
  17. Muy buen relato. Reconocibles flashbacks que me hicieron pasar un rato agradable. Saludos

    ReplyDelete
  18. Enmascarado, muy bueno el post. Excelente. ¿Donde jugabas al rugby?
    Saludos.

    ReplyDelete
  19. Mariano, empecé jugando en mi colegio y con los de CUBA. Más tarde, siguiendo a una señorita que portaba una delantera excepcional y un trasero espectacular (¿o era al revés?)me pasé a GEBA.

    ReplyDelete

Note: Only a member of this blog may post a comment.