Feb 19, 2009

El deporte, las chicas y yo (II)

Esta imagen les da una idea aproximada de como quedé yo el día en que me bajaron los dientes y la nariz. Respecto al post anterior, me excuso por la extensión pero, por error, lo envié en un solo en lugar de dividirlo en dos partes para que fuera más llevadero y ameno de leer.


(Parte I)

Por otra parte, las chicas se quedaban encantadas con los premios que yo ganaba y que, gentilmente, les regalaba. Me transformé en una especie de proveedor de peluches y muñequitos varios y esto me brindó cierto prestigio hasta el día en que hice diez centros seguidos, en dos blancos, y me gané un tocadiscos Winco. ¡Ese día alcancé la gloria! Medio 4º año del Jesús María y del Sagrado Corazón (aclaro a los jóvenes de extramuros que eran colegios de chicas) estaban pendientes de mí y aclamaban mi triunfo ante la mirada envidiosa de los champaboys, los lasallanos e incluso, de algunos compañeros del Salvador. ¡Me sentía Julio César entrando en triunfo en Roma! Pero, sic transit gloriae mundi, la hybris de los dioses cayó sobre mí cuando, en lugar de regalarlo como hacía con los peluches, decidí guardarme el Winco y pasé a ser calificado por mis flamantes ex admiradoras como un miserable pijotero que regalaba pavadas “que bien me las podía haber metido en el upite”. ¡Qué boquita que tenían las chicas! Nunca me lo hubiera imaginado…

Cuando tenía 15 años, en los colegios de varones en Buenos Aires se difundió como reguero de polvo (no me olvidé del ra) una noticia científica: si le poníamos aspirinas a la Coca Cola que tomaban las chicas, ¡SE CALENTABAN! (las chicas, no la Coca Cola). Con los bolsillos del traje crujientes por los blísters de aspirinas, enfrentamos la típica “conga” (así se llamaban a las fiestas en las casas) del sábado. ¡¡¡LES METIMOS TANTAS ASPIRINAS EN LA COCA COLA A LAS MINAS QUE NO DEBEN HABER TENIDO DOLOR DE CABEZA POR LOS SIGUIENTES 20 AÑOS!!! Sí alguna sufrió un ataque de calentura lo habrá aprovechado otro, pero ninguno de nosotros. ¡Qué frustración terrible! Ni en la ciencia se podía confiar.

Un tiempo después, ya había crecido un poco más y había detectado que las chicas más monas iban a ver los partidos de rugby y los de polo. Habiéndome autodescartado como polista limitándome a ser asiduo espectador, inevitablemente me dediqué al rugby y ahí nació un romance que todavía me dura (me refiero a mi romance con el rugby, no con alguna espectadora). Como era flaco y rápido me pusieron a jugar de wing. Mi velocidad se incrementaba por el terrible cagazo que me producía el que me tacklease uno de esos gorilas de 90 Kgs que disfrutaban rompiéndole el físico a un alfeñique como yo. Pero primero me tenían que alcanzar y eso no era tan fácil, no porque yo fuera bueno sino porque todos fumaban, chupaban y salían de noche y el estado físico era muy diferente del que se estila ahora.

¡Era fantástico ser rugbier en los sesenta! ¡Vivíamos de fiesta, salíamos a bailar los jueves, a veces los viernes y siempre los sábados! Muchas veces algunos se terminaban agarrando a trompadas, pero yo casi siempre me mantenía aparte porque siempre creí que la prudencia es la mejor parte del valor y, además, alguien tenía que cuidar a las chicas…(la cobardía intrínseca siempre encuentra alguna excusa altruista). De todas maneras, alguna vez me tuve que agarrar a piñas y recuerdo haberle dejado los nudillos a la miseria a más de uno, sobre todo cuando me pegaban en los dientes dada mi natural tendencia a parar los golpes con mi cara. Los partidos, el Tercer Tiempo y este tipo de salidas es lo que hace que los viejos rugbiers hablemos de la camaradería y del sano espíritu deportivo de ese entonces, no como ahora.

En realidad, disfruté muchísimo jugando al rugby, ese deporte de villanos jugado por caballeros, como decían los ingleses. Me gustaba tacklear a algún grandote cuando todavía no había tomado velocidad (típica revancha de los flacos contra los pesados), y me encantaba escaparme pegado a la línea, cerca del público, y escuchar los gritos de las chicas alentándome, mientras procuraba hacer oídos sordos a las que gritaban: ¡¡mátenlo!!, ¡¡¡mátenlo!!! demostrando así poseer muy poco espíritu deportivo. Y qué decir de la maravillosa sensación de hacer un try y, si era bajo los palos, ¡¡¡ahh!!!¡Qué alegría, qué placer! Siempre recuerdo esas dos únicas veces…

De esta manera, conocí a muchas chicas a las que parecía encantarles abrazar a un tipo todo sudado y algo machucado. Tiempo después me enteré que lo que las atraía eran las cantidades de testosterona que largábamos al aire con el sudor. (ADVERTENCIA A LOS JÓVENES DEPORTISTAS: una cosa es el olor a testosterona y otra el olor a chivo, así que BÁÑENSE). Vinieran por lo que vinieran las chicas lo importante era que venían, todo lo demás era paja (nunca mejor aplicada la castiza expresión). Varias de ellas jugaban al hockey y solíamos ir a verlas jugar y ellas hacían lo mismo con nosotros. Inevitablemente surgían los romances en cada club o interclubes y queríamos seguir jugando con ellas… Me acuerdo que descubrí que las piernas de las chicas del hockey, específicamente sus tibias (me refiero al hueso), tenían sobrehuesos resultado de los palazos que se comían por más tobilleras que usasen. Gracias a Dios, solamente en eso se parecían a los jugadores de fútbol que tienen similares lesiones por las patadas que se ligan. En cambio, los rugbiers el sobrehueso lo solemos tener en la cabeza y, según algunos detractores, en el cerebro.

Mi padre, ex rugbier, me había apoyado cuando empecé a jugar, pero mis viejos se venían cansando de verme llegar averiado con esguinces varios, algún dedo torcido o quebrado, magullado y lleno de raspones. La medida se colmó el día en que me rompieron la nariz en dos partes y me bajaron cuatro dientes de una patada en la jeta. ¡Imagínense la cara de mi vieja cuando llegó su precioso hijito con la cabeza vendada, los ojos hinchados y amoratados, una venda grande sobre la nariz y cuatro dientes menos!. ¡Casi se muere de un soponcio, como se estilaba decir! Ya dije que no era ni parecido a Paul Newman, pero para mi madre yo era divino y me suplicó que dejase de jugar. Mi padre se bancó bien la preocupación, pero se la podía ver en los ojos. Se limitó a preguntarme si me había desmayado y a llamar a un médico amigo para que me revisase bien. El médico dijo que exceptuando mi nariz rota en dos partes, el consiguiente hematoma y la ausencia de los cuatro incisivos superiores por fractura, el resto estaba en orden…

Me he olvidado de señalar, por si no se dieron cuenta, que soy hijo único Mi madre, super católica, era tan sobreprotectora que las idische mamme venían a hacer el posgrado a mi casa. La presión que ejerció sobre mí para que largase el rugby fue fuertísima y mi viejo, sabiamente, se mantuvo al margen dejándome para que decidiera solito (¡flor de cagazo le tenía mi viejo a mi vieja!). Una parte mía tenía en claro que yo no iba a ser un Puma (equipo de reciente creación); otra parte mía sabía que, si me seguían quebrando, era probable que terminara más torcido que Quasimodo; otra parte mía quería dedicarse al ping pong, otra parte quería que me dedicase al latín, pero no le hice caso, y otra parte mía quería seguir jugando porque sentía que todavía podía llegar más lejos.

Por supuesto, no permití que mi madre decidiese por mí en esta cuestión tan seria. ¡Qué clase de rugbier haría caso de lo que le dice la vieja! En lugar de eso, en cuanto pude hablar de manera comprensible, le pregunté a mi novia, jugadora de hockey que había conocido en un partido de rugby (¡Je, Je, Je,! alguna tenía que caer). Ella aplicó la fría lógica femenina y me dijo cariñosamente: (cito casi textualmente) “¡Mirá, pelotudo, te voy a matar si seguís jugando! ¡No sabés lo que sufrí cuando te revolcabas agarrándote la cara y te salía sangre entre los dedos! ¡Me moría de dolor y casi me desmayo cuando ví como quedaste!” Ante esta muestra de dolor compartido y para evitar que se muriera de dolor y preocupación, largué la ovalada, pero recién cuando terminó el campeonato de ese año. Y de puro jodido que soy les dije a mi madre y a mi novia que iba a dedicarme a hacer paracaidismo. ¡La que se armó! Pero esa es otra historia.

13 comments:

  1. que lo jueguen mis hermanos esta bien... que lo jueguen los profesionales del Three Nations, tambien.. que lo juegue mi novio, ni ahi.. y mis hijos? no es una opcion!!!!! ahora que no vivo mas en Baires, el equivalente local de deporte prohibido seria el ice hockey... El otro dia estaba en el ice rink patinando con mi hija y sobrina (ellas patinaban y yo me mantenia decentemente sobre mis pies y no en el suelo!) cuando llegaron los del equipo de hockey... inmediatamente los asocie con los rugbiers... era exactamente la misma actitud al caminar!! jajajaja.. me rei solo de verlos... en ellos esta todo bien.. pero mis hijos no van a jugar hockey... a ver, yo no voy a pagar por el hockey... cuando tengan su propia $$ si quieren jugar, yo no podre impedirlo... pero no voy a incentivarlo... no los engendre, di a luz y cuide con tanto primor para que terminen como el dibujito que puso el Enmascarado!!! ni ahi!

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  2. Dolores, estoy totalmente de acuerdo con tu opinión de madre.
    Pero, yendo a lo importante de la óptica juvenil, los jugadores de hockey ¿enganchan o no las mejores minas de la zona? Si la respuesta es afirmativa y tus hijos te salen como yo, perdiste.

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  3. tendria que preguntarle a tu mujer que opina....

    mira, de mi clase la que siempre tenia todos los tipos a sus pies, hoy es una pobre mujer... no digo que una cosa cause la otra (aclaro, antes de que se me tiren al cogote!) pero hay cosas mas importantes que ser "popular" en la adolescencia, no?

    a lo que voy, pasarla bien es importante... navegar con inteligencia esos años conflictivos para arribar a una vida adulta en plenitud es más importante aún... a eso apunto yo... si no juegan rugby o hockey mala suerte... yo fui una looser total durante mi adolescencia y ahora estoy felicisimamente casada y no extraño para nada esos años... (quizá si un poquito los años previos... de los 9 a los 13... pero este es un blog de politica y analisis varios no de mis recuerdos personales..)

    Pero ese fue siempre mi problema: fui seria y adulta desde que naci... por eso no pegaba en mi lugar cuando era adolescente... por suerte el tiempo pasa y la adultez nos llega a todos.. ahora soy normal!

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  4. Mi mujer opina lo mismo que vos y nunca lo fue a ver a mi hijo cuando jugaba al rugby, afición cuya responsabilidad me adjudica a mí, no sé por qué razón...

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  5. Muy divertido. Yo también fui wing o back, puesto ingrato para equipos mediocres (como era el mio). No me llegaba una bola ni por error ... y para peor, victima del aburrimiento, cada tanto le tiraba a los palos de drop (aun resuena en mis oídos los insultos de mis compañeros).

    S2
    ps, porque ese encono con champa?

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  6. Victor, mi explicacion esta recogida en los comentarios de la primera version de este articulo...

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  7. Víctor, en mi caso la pica con los champaboys obedecía a que yo iba al Colegio del Salvador y era casi obligatorio continuar la larga tradición de rivalidad con el Champagnat y con los del LaSalle. Además, como los tres colegios están relativamente cerca, competíamos por las minas de los colegios que compartían la zona: el Jesús María, el Malinkrodt, el desaparecido Sagrado Corazón de Callao entre Arenales y Esmeralda, el Anunziatta, el desaparecido Asunción (hoy San Martín de Tours sección chicas), el Paula Montal (especial campo de batalla entre el Lasalle y el Salvador) y el Normal Nº 1.

    Los champas eran agrandados, caqueros (después bautizados como chetos)y se creían unos bananas terribles. Es decir, ¡eran muy parecidos a nosotros que también eramos caqueros y bananas aunque los champa eran, en general, más pitucos!

    Muchas cosas han cambiado desde que dejé el Colegio, pero no esta rivalidad entre esos colegios. Mi hijo, siguiendo la tradición familiar, fue al Salvador y también tenían rivalidades fuertes con los champas dado que ambos colegios seguían siendo colegios para varones solamente.

    Los del Lasalle ya no competían porque su colegio había pasado a ser mixto y tenían sus propias minas. ¡Flor de vivos, así cualquiera!

    Por mi parte, pese a la rivalidad, sigo siendo amigo de ex-champas y ex-lasallanos que conocí en el colegio y a los que les hice el favor de brindarles la amistad de uno del Salvador. ¡Ja, ja, Ja! (Tranquilos muchachos, es una broma)

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  8. Dolores, releyendo con calma tu segundo comentario, me parece que incurrí, sin quererlo, en tu disgusto. No ha sido esa mi intención en ningún momento, así que disculpame si te molesté en algo.

    Por otra parte, escribo mis post sobre hechos, vivencias o situaciones de mi vida con el objetivo de hacer pasar un rato agradable a los que me leen. Otros más capacitados que yo, vos entre ellos, se ocupan muy bien de opinar de política o de realizar los análisis varios.

    Un beso de primo adoptivo.

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  9. Mr. Masked (primo adoptivo),
    no hubo molestia alguna.. quiza yo me deje llevar por mis propias reflexiones mientras escribía y no me fijé en el tono que tenia el comentario... en ningún me disgustó ningún comentario, de verdad... de todas maneras, agradezco la disculpa innecesaria... Despues de escribir me quede rememorando la historia familiar y la mia personal tratando de entender algunos detalles del presente y siempre viene bien ese ejercicio...
    Por lo demás, todos los comentarios garantizan que tu objetivo de agradar con los escritos es muy bien logrado...

    Cuando hacía las prácticas docentes tuve que ir a observar a un amigo dando clases en El Salvador... me dio una envidia!! yo hubiera querido ser varón para ir a ese colegio... y cuando se lo comenté a mis tíos (exalumnos) se pusieron muy contentos... que´imponente el edificio... Ahora, el La Salle no se queda atras.... wow...

    En fin, que tengas un lindísimo fin de semana y gracias por los recuerdos agradables...

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  10. Nota recomendada para Mr. Masked que piensa que yo opino de politica...
    http://edition.cnn.com/2009/POLITICS/02/20/socks.obit/

    :-)

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  11. Sr. Don enmascarado): si, si, se entiende. Justamente lo mío intentó ser una mini-provocación. (en línea con las conductas hostiles entre dichas instituciones). Igualmente, Sra Dolores, le aclaro no me ajusté jamas al estereotipo que hace referencia en el comentario del post anterior, yo era mas bien un marginal. El relato de las fiestas (o congas) me hizo revivir sensaciones, la música, la chicas, los parlantes Electro Voice, tener el timing para llegar a los lentos sin que te pateen... pero eso de atravesar la metrópoli rumbo al norte, en medios de transportes públicos, para intentar colarse a una fiesta de la amiga de una conocida la prima de un amigo, era definitivamente una locura, y lo hacíamos. Volviendo a las hostilidades, creo que las sopapeadas mas memorables era con los del Sarmiento. Batallas campales.

    Muy lindo tu relato.

    Saludos

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  12. Víctor, estimado sufrido colega wing, Ud. sí que sabe de lo que estoy hablando. "Colarse en las congas", eso sí que era todo un arte y coincido en que se recorrian grandes distancias para hacerlo. Incluso nos colábamos en fiestas de quince años, no duraban tanto en realidad, de smoking!!
    Me alegro que te haya gustado el post.

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  13. Dolores, todo aclarado entonces. Have a nice week end too!

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