Una de las cosas que más me ilusionó de los Malditos 90, cuando estábamos mal, fue que por primera vez en generaciones los argentinos parecían estar dispuestos a asumir un rol más activo en sus vidas, dejar de lado la resignación ante los problemas y hacer algo, bien o mal, para solucionarlos.
No me canso de decirlo, a partir de la vuelta a pleno del socialismo nacionalista volvió la longanimidad de convivir eternamente con los problemas.
Hay que resignarse a la pobreza, hay que resignarse al crimen violento, hay que resignarse a la escasez, hay que resignarse al dengue, hay que resignarse a vivir en un país de mierda.
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