La gran mayoría de la sociedad en Argentina está convencida de que este es el camino correcto. El gobierno y muchos expertos siguen hablando del “modelo productivo”, aunque en la actualidad se produce mucho menos que antes de su imposición. Durante más de 10 años se habló hasta el cansancio de los grandes problemas que tenía el país. El gran consenso nacional del momento es que los problemas del pasado han desaparecido. En realidad, nunca se trató de problemas, son las actuales virtudes de este nuevo paradigma. La Suprema Corte de Justicia llegó a dar la razón jurídicamente a la multitud de políticos, analistas y público en general que sostienen que la década del 90 fue una ficción. Como en 1984, el pasado es lo que el estado quiere que sea.
Comparto el punto de vista de Carlos Rodríguez cuando dice que el actual “modelo productivo” no es el resultado de un proyecto consistente o articulado, sino que surge de una serie de manotazos de ahogado ante las circunstancias. El actual gobierno no hizo más que aprovecharse y continuar sobre el default de Rodríguez Saa y el pavoroso proceso de destrucción y transferencia de riqueza de Duhalde.
El nuevo paradigma del “desarrollo nacional” se basa en lo mismo de siempre. Se trató de la más vergonzosa e indisimulada transferencia de riqueza de los sectores de ingresos fijos a los "industriales” de la sustitución de importaciones. Increíblemente, este monumental robo legal fue puesto en práctica y apoyado por todos aquellos sectores progresistas, incluida la clase media, que juran y perjuran la defensa de los sectores más postergados.
Se trata de las clásicas soluciones argentinas y tercermundistas a los mismos problemas de siempre. Cada vez que se las puso en práctica terminaron exactamente igual, en el país y en el mundo. Son viejos conocidos de todos nosotros, entre ellos podemos nombrar a la sustitución de importaciones, tipo de cambio alto, emisión y esterilización, rol protagónico del estado en la economía, restricciones a la propiedad privada.
La faceta económica tiene necesariamente una contracara política. El cercenamiento de la libertad económica sólo es posible acompañado de crecientes restricciones a las libertades políticas. Tal vez las aristas más visibles sean el creciente grado de autocracia en el manejo del gobierno, el afianzamiento de un sistema de partido único o hegemónico y la vuelta a pleno del modelo corporativista, tan cercano a la tradición fascista, que inspiró al peronismo.
Todo este zafarrancho que se intenta vender como algo “nuevo y revolucionario” en el país no es más que la vuelta a viejas recetas dirigistas perimidas, que vivieron su momento de gloria en la década del 40 y 50 y que se agotaron definitivamente en los 70. Una mezcla nefasta de desarrollismo industrialista con nacionalismo político. Es increíble seguir escuchando a dirigentes y analistas de todo tipo en Argentina seguir sosteniendo, como los viejos manuales escolares de la década del 50, que el desarrollo de un país se puede medir por la producción de cemento, acero y neumáticos para automotores.
Paradójicamente, si todavía se produce algo en el país es gracias a las inversiones (sobreinversiones, a la luz de lo que pasó después) en el sistema productivo e infraestructura de la década del 90. Es la primera vez en la historia argentina que un proceso destructivo como el que tuvo lugar a partir de fines de 2001 tiene lugar a continuación de una década de estabilidad, crecimiento, aumento de la productividad y altas inversiones. Todavía seguimos viviendo de lo que acumulamos durante esa década, pero nos estamos comiendo el capital a pasos agigantados. Es de suponer que en un futuro muy cercano volveremos a la situación en la que estábamos a fines de los 80, con el colapso del aparato productivo y la infraestructura del país.
El aumento de la pobreza, indigencia y desempleo son sólo parte del problema. Nadie se plantea el hecho de que no es lo mismo ser pobre en un país de 8000 dólares per cápita que en uno con 3.500. Como tampoco es lo mismo ser clase media en uno u otro país.
Fieles a nuestra tradición de realismo mágico, estamos convencidos de que no sólo esto es lo correcto, sino que no tiene costos ni consecuencias para el país. La gran avivada nacional nos salió y nos va a salir gratis. Pero sin duda una de las peores consecuencias del actual proceso es cultural. Vivimos en una sociedad donde la gran mayoría de la gente está totalmente convencida de que la estafa, el matonismo, el saqueo son situaciones normales y perfectamente aceptables. Honestamente no estoy seguro de que sea posible cambiar esta percepción.
De acuerdo con casi todo lo que pusiste. La decada del noventa es verdad lo que decis pero lo del tipo de cambio fijo es otro "atentado" mas contra el mercado. Creo que uno de los grandes problemas del pais es la falta de cultura de mercado, la beatificacion del trabajo en relacion de dependencia y del esclavismo tributario asi como el defenestramiento de actividades como la especulacion con todo tipo de productos (financieros hasta los de una verduleria - siempre salen notas periodisticas inquiriendoles a verduleros porque cobran lo que cobran si ellos pagan menos por el producto jajaja) Saludos
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