Esta mañana hablé con unos amigos de toda la vida de EEUU. Un matrimonio de 70 y pico. El señor fue durante años tesorero del Partido Republicano de su condado. La esposa es nominalmente republicana, pero fanática a morir de Clinton durante los 90. Lo suyo por Bush no es precisamente amor verdadero.
La conversación inevitablemente derivó en las elecciones. Se mataban de risa cuando les contaba lo que pienso de Obama:
En realidad, me encanta. Me hace sentir como en casa. Lo escucho hablar y me siento transformado a una campaña política en Argentina, menos los bombos y los chori. Si se fijan bien durante las entrevistas, es posible notar el esfuerzo extraordinario que hace para tratar de adivinar lo que su interlocutor quiere escuchar. Es un populista nato. Le sale del alma. Pero no se trata de un populista de desodorante y calzoncillo limpio como los tradicionales de EEUU. Obama es un populista al mejor (o peor) estilo latinoamericano. Una persona de un carisma enorme y una extraordinaria capacidad para hablar sin decir nada en concreto. El pibe promete aumentar los impuestos, a los demás. A vos en particular te los va a bajar. Si gana, se lo tienen bien merecido.
Y sí, somos expertos en populismo.
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