Jorge Asís sobre la Paris de Sudamérica, el distrito de mayores ingresos del país y último reducto de la modernidad en lo que fue el primer país de habla hispana en ingresar plenamente en ella.
En una época se hablaba de la “pobreza elegante” de BA. Creo que próximamente en esta sala se hablará de la pobreza a secas:
La jactanciosa avenida solía autocalificarse “la más ancha del mundo”.
Cientos de ciudadanos, los desposeídos antiguos, popularmente denominados “piqueteros”, decidieron, tío Plinio querido, acampar en la 9 de Julio. Con las recursivas mujeres, utilitarias para el armado de la olla popular, y con la eficacia extrema de muchos niños. Nunca nadie iba a sacarlos. Y menos, con violencia. Estaban dispuestos a quedarse en la avenida. Hasta que les resolvieran, desde el gobierno, la serie de reclamos puntuales. El que no se queja, y no obstruye, no consigue nada. Es un gil, diría Discépolo.
Ilustración de portada de todos los diarios del país.
Como el descenso vertiginoso de la Argentina es abruptamente llamativo, los desposeídos de la Avenida 9 de Julio aparecieron en los televisores del mundo. Con la garantía de los comentarios, atinentes a la cautivante temática de nuestra declinación.
No hay manera de sentirse más estúpido cuando un extranjero, en apariencia conmovido, dice: ¿Qué pasa con su país? Puede completarse con la severa introspección:
¿Cómo nos vinimos tan abajo?
“El carnaval del mundo nos goza y se ríe”.
Miles de ciudadanos respetables, también protagonistas de la postal, silencian la angustia por tanta impotencia. Claman, secretamente indignados, por la necesidad del orden que nadie, en la Argentina, puede proporcionar.
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