Me motivan este post, que estuve rumiando todo el día, mientras atendía mis asuntos, varias cosas:
El hecho de haberme desayunado con la cretinada de un político argentino que no tiene reparos en decir que está usando el erario de la ciudad que administra para hacer su campaña para presidente, un diario que lo publica sin ninguna mención crítica y una ciudadanía de siervos gozosos que permanece indiferente ante el hecho.
El rudo comentario que Martín Benegas le propino al recuerdo de Manuel Fraga Iribarne que posteo nuestro co-bloguer, El Enmascarado. Comentario que me pareció idealista, excesivo y que no le correspondía al hombre al que le iba dirigido –al menos no es ese momento y de esa manera.
Me parece un exabrupto. Uno a los cuales ya nos tiene acostumbrados Martín y que –curiosamente- en el carácter, lo acerca a Fraga Iribarne, que podría haber dicho algo así de alguien.
Así que puesto a desayunar amargamente con un nene de papá metido a candidato a presidente con mis impuestos, quiero darme el gusto de cenar con Fraga Iribarne -gusto que ya no podré darme en el mundo real.
No tenía yo ninguna necesidad de escribir algo sobre Fraga, de no ser por la incidencia causal del comentario de Benegas y la impúdica noticia del uso de fondos públicos para su campaña política particular por un sujeto, al que no quiero mencionar aquí, con el recuerdo de la decente vida pública de un político lejano para mí :
Realmente no conocía con exactitud el papel de Fraga en la política española, ni lo conozco en profundidad ahora. Sólo conocí, lejanamente y hace mucho tiempo, a la persona pública, a la que recuerdo amena y cabrona, a la vez. Me ocupé hoy de escuchar y leer a alguna gente que conozco y en cuya palabra confío, para enterarme y aclararme algunas dudas.
Es probable que, en una primera vista, Fraga se nos aparezca como uno de esos viejos carcamanes, fantasmáticos, que sobrevivieron al franquismo y que lo extendieron en la democracia. Pero no es así.
Efectivamente Fraga estuvo en la derecha –no en la centro-derecha, en la derecha-. Efectivamente estuvo en la última parte del gobierno de Franco, que fue un dictador, un autócrata y el primer tipo que le dio un orden político y un rumbo económico a España en doscientos años. Y que ya después del año 1959 el franquismo era una cosa muy distinta de lo que había sido antes. Ya estaba por una última etapa, la mayoría del pueblo español estaba reconciliada y se esperaba –como se decía entonces en España- “el hecho natural”, para que el Generalísimo –vaya grado militar- dejara el poder y se pasara a un gobierno democrático, que todos imaginaban como una república garantizada por una monarquía simbólica.
Fraga colaboró en la instauración de la democracia y el orden de la república en la España de la Transición. Un suceso que llegó tal vez diez años tarde a la península, luego de la muerte de Franco. Un paso traumático, lleno de incertidumbre, de miedos, de trampas y que hubo que sortear con dificultad. Y que fue posible gracias al valor, la inteligencia y hasta la grandeza de muchos hombres, que supieron ceder y aguantar con firmeza dónde había que hacerlo. Un proceso en el que estuvo implicado todo un pueblo y, básicamente, una clase dirigente más digna de ser llamada así que la nuestra. Y en el que, como se está viendo ahora, no todos fueron rosas, ni todos merecedores del respeto que se les otorgó.
Varios pares de cosas se pueden decir de Fraga:
La primera y fundamental es que fue un hombre absolutamente honrado. Si hay algo que nunca se le pudo discutir a Fraga fue la honradez –calumnias aparte, que siempre las hay.
Como hoy comentó su ex-alumno Amando de Miguel (Manuel Fraga Iribarne, obituario personal de, el Lunes, 16 de enero de 2012) en Facebook: “No me corresponde hacer aquí la nota necrológica de Fraga como político. Otros la harán mejor. Por lo menos anticipo el epitafio que pondría yo en el mausoleo de Fraga: "Estuvo 50 años en las gradas del poder. No se enriqueció".
Otra es que era un hombre culto, tal vez el único político español que leía, y leía sobre la actualidad de Europa. Tal vez uno de los pocos políticos españoles que supiese leer hoy en día.
Una faceta particular, la del tipo hospitalario, lo aporta Horacio Vázquez-Rial (Adiós a Fraga: Don Manuel. Libertad Digital: Noticias y opinión en la Red, Opinión, 2012-01-16.):
"Mi tercer recuerdo es de muchos años después. Pertenece a los años del exilio argentino, es decir, a la mitad de los años setenta, cuando mis paisanos de allá llegaban de a varios cientos por día. Ya no vivía Franco y muchos tomaban a Fraga por el paradigma de los supervivientes de Régimen, sobre todo después de aquel desafortunado “la calle es mía”, que a tantas malas interpretaciones dio lugar. Pero el dato objetivo de la época está ahí: Don Manuel ayudó a un crecido número de argentinos escapados de la dictadura. Creo que exactamente a todos los que le pidieron ayuda. No los conocía, y se trataba de gente, evidentemente, de izquierdas más o menos armadas. A quienes se presentaron ante él, siempre por iniciativa particular, les consiguió empleo o les hizo arreglar papeles. Aun sin haberles visto, porque la paciencia nunca se contó entre sus virtudes."
Y era “de la derecha” –no de centro-derecha, de derecha. Y no les preguntó si eran de izquierda o de derecha, no se fijó si le convenía o no, que iban a decir de él. Le dio una ayuda a gente que la necesitaba.
Hoy escuché una anécdota que –literalmente- lo pinta de cuerpo entero. Estaban con su ayudante viajando en un auto, en un agobiante mes de agosto –el equivalente de nuestro enero porteño-, en un camino de provincia paralelo al mar. El calor era insoportable. Así que le sugiere a su ayudante que pararan y se metieran en el mar un rato para aliviarse. Éste le dice que no tienen bañadores. "¡Qué importa, hombre!- le contesta Fraga- Es una playa desierta en un camino apartado. Te metes desnudo ¿Quién te va a ver?”. Así que se desnudaron y se bañaron en el mar, aliviándose del calor. Cuando salían del agua, en la playa desierta, arriba un micro escolar repleto de monjas de un convento cercano. Empiezan los dos a correr hacia el auto. Fraga se tapa las partes pudendas. Y su ayudante le grita: "¡La cara, Manuel. Tápate la cara para que no te reconozcan!”.
Cualquier político, efectivamente, se hubiera tapado la cara. Pero no, automáticamente se tapo los pudores. No le importó que lo reconocieran, le importó que no se le viera lo que no se le tenía que ver.
Y si alguien le reclama un gesto heroico, casi anarquista, recordemos que fue la única persona que disparó contra la familia del dictador Franco, concretamente contra el enorme trasero de la hija del mismo. (Creo que El Enmascarado contó la anécdota aquí. Por supuesto no se trató de un atentado sino de un accidente.)
Me quedo con el Fraga Iribarne que me relataron. El gallego honrado e inteligente, de casa familiar vieja, pobre, que se caía a pedazos y que le fue “parcialmente remodelada” por un grupo terrorista, obligándolo a modernizarla un poco. De seguro que algo bueno tendría si los de la ETA se lo quisieron cargar.
No he conocido en los altos cargos de la política argentina muchos hombres como él. Seguro los hubo en instancias inferiores. Y hoy en día no los hay prácticamente en ninguna instancia.
Yo no he sabido valorar a gente así. Tal vez hoy continúe sin hacerlo. Pero pagaría lo que no tengo para que este país tuviera gente de la clase de Fraga Iribarne para llevarlo adelante. Independientemente de las diferencias que pudiera tener. Y muchos españoles y argentinos de hoy en día harían lo mismo. Viendo la caterva de imbéciles a cuyo cargo está el destino de millones de personas que, desgraciadamente, penden de sus decisiones.
Descanse en paz Don Manuel, algún día nosotros también lo haremos, tal vez con menos merecimiento que usted.
Don Freeman, realmente me gustó mucho su post.
ReplyDeleteDescribe al Fraga que la mayoría de los españoles recuerda y Ud. destaca algo que, para españoles y argentinos, es una rara avis: era un político honesto que nunca se robó una peseta ni un Euro, pese a haber tenido mucho poder político durante largos años.
No voy a repetir lo que Ud. ha señalado sobre Fraga y su importancia durante 60 años de vida pública, pero aprovecho para contarle que tuve la suerte de conocerlo. Estuve reunido con él en dos ocasiones durante más de tres horas cuando era Presidente de la Comunidad de Galicia. En ambas ocasiones, luego de las reuniones, comí con él en un restaurante de Santiago de Compostela.
Me quedé asombrado por su erudición y cultura, de la que no hacía ningún alarde, sino que fluía espontáneamente en su conversación.
Me temo que el peso de la charla recayó sobre él ya que mis acompañantes y yo lo atosigábamos con preguntas sobre los diversos momentos importantes de su vida que, en gran medida, marcaban hitos de la historia contemporánea española.
Su memoria era pasmosa y su anecdotario con distintas personalidades políticas era vastísimo. Sabía contar muy bien las cosas y era muy divertido escucharlo con su acento gallego.
Español hasta el tuétano en sus convicciones, sin embargo tuvo el buen gusto de no hablar en ningún momento mal de sus opositores políticos sino que, con picardía, nos comentaba las inconsistencias en que incurrían los socialistas y otros partidos de izuierda.
Muy educado en todo momento con nosotros, argentinos, habló con gran conocimiento sobre la Argentina y su historia política siendo a la vez crítico, pero afectuoso con nuestro país que había acogido a tantos gallegos emigrantes.
En sus reiteradas visitas a la Argentina había conocido a casi todos los presidentes argentinos de Perón en adelante, así como a los principales políticos argentinos.
Por él nos enteramos que Buenos Aires era la quinta provincia gallega ya que hay más gallegos en ella que en cualquier otra ciudad gallega con excepción de Vigo.
En fin, Fraga fue una de las pocas personas que fueron protagonistas y artífices de cambios históricos impulsados por su voluntad, su trabajo, su enorme patriotismo y sin abandonar sus creencias personales.
No conozco mucho del tema, sí sé que fue uno de los hombres clave de la transición española. España tuvo la suerte (no sé cómo llamarlo) de contar con dirigentes que supieron ponerse a la altura de las circunstancias. Ojalá las hubiera tenido Argentina.
ReplyDeleteEnmascarado, en una época me quedaba viendo el canal de Galicia por cable. Cuando daban la identificación mencionaban lo de BA como la quinta provincia gallega.
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